El Arzobispo de Burgos, Mons. Francisco Gil Hellín, consideró hipócrita escandalizarse por las atrocidades de la guerra en Irak pero respaldar el aborto legal en España, una práctica que implica la muerte de 85 mil niños cada año.
"Uno se pregunta cómo puede haber tanta hipocresía a la hora de valorar, por ejemplo, la guerra de Irak y el aborto. ¿Qué habría ocurrido si en España se hubieran cometido ochenta y cinco mil penas de muerte en un año? Es impensable", sostiene el Prelado en su carta pastoral semanal titulada “Un hecho que clama al cielo”.
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Mons. Gil explica que la prensa nacional e internacional "se escandalizaba" con razón de la vejación a que algunos soldados norteamericanos habían sometido a algunas víctimas en Irak, pero considera que esto "es un cuento de Blancanieves si lo comparamos con lo que ocurre con los abortados: la mayoría son despedazados, otros son envenenados, otros, troceados mediante una legra o cuchillo de acero; cuando superan las 21 semanas, se practica a la madre una cesárea, se extrae el feto vivo y se le deja morir".
El Arzobispo comparó la cifra de abortos practicados en España durante el año 2004 con "los horrores del nazismo y del estalinismo". "Todo el desglose de este dato es espeluznante", indicó al recordar que la cifra es 6,5 por ciento mayor que la del año anterior, el aborto ha aumentado en todas las comunidades, el 27,69 por cierto de las mujeres ha abortado más de una vez, el 23 por ciento de los niños abortados tenía más de doce semanas, la edad de las se someten a un aborto es cada vez más baja. Se estima que en los últimos 20 años de aborto legal en España "se ha quitado la vida a casi un millón de seres inocentes e indefensos".
Según Mons. Gil Hellín, "los horrores del nazismo y del estalinismo no están lejos de una civilización que se autocalifica y presume de progresista y democrática. Sin miedo a exagerar, se puede afirmar que estamos ante una situación totalitaria, donde el más fuerte impone su ley sobre el más débil".
El Arzobispo lamenta que esto ocurra "con el consentimiento, al menos tácito, de los políticos y de los medios de comunicación de masas".
También sostiene que "la sociedad permanece adormecida y permite un genocidio sin precedentes", a pesar de que "comienza a decirse que el aborto es malo".
Precisó que se ataca “a la Iglesia por denunciar esta barbarie y sensibilizar tantas conciencias narcotizadas" y se permite "que tantas mujeres sigan engrosando el número de destrozadas al mirar los ojos de un niño, porque ven en ellos el retrato del que pudo ser suyo".
aunque la llamen retrógrada y antiprogresista