En su primer mensaje para la Cuaresma, el Papa Benedicto XVI retomó las ideas centrales de la Encíclica del Papa Pablo VI Populorum Progressio, para destacar la importancia de promover una verdadero desarrollo humano basado en la conversión.
“La Cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquél que es la fuente de la misericordia. Es una peregrinación en la que Él mismo nos acompaña a través del desierto de nuestra pobreza”, explica el Pontífice al iniciar su carta, que lleva como título la cita evangélica: “Al ver Jesús a las gentes se compadecía de ellas” (Mt 9,36).
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El Santo Padre señala que desea abordar el tema del desarrollo humano, porque “hoy el Señor escucha también el grito de las multitudes hambrientas de alegría, de paz y de amor. Como en todas las épocas, se sienten abandonadas. Sin embargo, en la desolación de la miseria, de la soledad, de la violencia y del hambre, que afectan sin distinción a ancianos, adultos y niños, Dios no permite que predomine la oscuridad del horror”.
Benedicto XVI advierte que “para promover un desarrollo integral, es necesario que nuestra ‘mirada’ sobre el hombre se asemeje a la de Cristo”.
Pablo VI y el desarrollo
“Ya mi venerado predecesor, el Papa Pablo VI, identificaba los efectos del subdesarrollo como un deterioro de humanidad. En este sentido, en la encíclica Populorum progressio denunciaba ‘las carencias materiales de los que están privados del mínimo vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo... las estructuras opresoras que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones’”, dice Benedicto XVI en el mensaje, recordando al Papa Montini.
“Como antídoto contra estos males –continua–, Pablo VI no sólo sugería ‘el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza, la cooperación en el bien común, la voluntad de la paz’, sino también ‘el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin’”.
“Por eso –añade el Papa–, la primera contribución que la Iglesia ofrece al desarrollo del hombre y de los pueblos no se basa en medios materiales ni en soluciones técnicas, sino en el anuncio de la verdad de Cristo, que forma las conciencias y muestra la auténtica dignidad de la persona y del trabajo, promoviendo la creación de una cultura que responda verdaderamente a todos los interrogantes del hombre”.
Por eso, sostiene que “los ejemplos de los santos y las numerosas experiencias misioneras que caracterizan la historia de la Iglesia son indicaciones valiosas para sostener del mejor modo posible el desarrollo”.
“Hoy, en el contexto de la interdependencia global, se puede constatar que ningún proyecto económico, social o político puede sustituir el don de uno mismo a los demás en el que se expresa la caridad. Quien actúa según esta lógica evangélica vive la fe como amistad con el Dios encarnado y, como Él, se preocupa por las necesidades materiales y espirituales del prójimo”.
Por eso el Santo Padre considera que las obras de caridad de los católicos “han demostrado, mucho antes que otras actuaciones de la sociedad civil, la sincera preocupación hacia el hombre por parte de personas movidas por el mensaje evangélico”.
Los errores del sociologismo
Hacia el final de su carta, Benedicto XVI señala que “no podemos ocultar que muchos que profesaban ser discípulos de Jesús han cometido errores a lo largo de la historia. Con frecuencia, ante problemas graves, han pensado que primero se debía mejorar la tierra y después pensar en el cielo. La tentación ha sido considerar que, ante necesidades urgentes, en primer lugar se debía actuar cambiando las estructuras externas. Para algunos, la consecuencia de esto ha sido la transformación del cristianismo en moralismo, la sustitución del creer por el hacer”.
“Teniendo en cuenta la victoria de Cristo sobre todo mal que oprime al hombre, la Cuaresma nos quiere guiar precisamente a esta salvación integral”, concluye el Papa.
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