Durante un encuentro con los dirigentes de las Asociaciones Cristianas de Trabajadores Italianos (ACLI), el Papa Benedicto XVI reiteró el valor que para la Iglesia tiene el trabajo humano; y recordó la primacía del hombre sobre las cosas.
En su discurso, el Santo Padre recordó las tres “consignas” que se han comprometido a encarnar a lo largo de su historia.
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La primera es “la fidelidad a los trabajadores”. En este contexto, afirmó que el Magisterio siempre ha subrayado la dimensión humana del trabajo, sin olvidar el mandamiento del descanso. “Por eso, exigir que el domingo no se parangone al resto de los días de la semana es un deber a favor de la civilización”.
“Del primado del valor ético del trabajo humano –continuó–, derivan otras prioridades: la del ser humano sobre el mismo trabajo, la del trabajo sobre el capital, la del destino universal de los bienes sobre el derecho a la propiedad privada: en resumen, la prioridad del ser sobre el tener”.
Tras poner de relieve que en nuestro tiempo la ciencia y la técnica “ofrecen posibilidades extraordinarias para mejorar la existencia de todos”, Benedicto XVI subrayó que “un uso equivocado de este poder puede provocar amenazas serias e irreparables para el destino de la misma vida”.
“La tutela de la vida desde la concepción hasta su término natural donde se vea amenazada, ofendida o pisoteada, es el primer deber en el que se expresa una auténtica ética de la responsabilidad, que se extiende coherentemente a todas las demás formas de pobreza, de injusticia y de exclusión”, destacó.
“La ‘fidelidad a la democracia’, que solamente puede garantizar la igualdad y los derechos para todos", es –prosiguió el Santo Padre– la segunda consigna”.
El Papa afirmó al respecto que “la justicia es el requisito indispensable de una auténtica democracia. Dicho esto, no hay que olvidar que la búsqueda de la verdad constituye al mismo tiempo la condición para una democracia real y no aparente”.
El Santo Padre señaló que la tercera consigna es “la fidelidad a la Iglesia”. “Solo una adhesión cordial y apasionada al camino eclesial garantiza aquella necesaria identidad que se hace presente en todos los ámbitos de la sociedad y del mundo, sin perder el sabor y el perfume del Evangelio”, puntualizó.
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