En una enérgica intervención durante el Congreso “Concilio Vaticano II: Perspectivas para el Tercer Milenio” Mons. Pacífico Tomassi, Obispo Auxiliar de Lima, Perú; y Vicario para la Educación católica, presentó con total transparencia los aspectos de la crisis en la educación católica, y propuso un retorno a las enseñanzas del Concilio Vaticano II.
“La Iglesia siempre ha visto la educación del hombre como parte esencial de su misma misión. A lo largo de los más de dos mil años de su historia, la Iglesia siempre se ha preocupado por el tema de la educación”; dijo Mons. Tomassi.
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“Podemos decir que caridad y cultura son signos de su misión, y dentro de la cultura, la labor de la Iglesia en la educación es tan antigua como ella misma. Y, ¿cómo no reconocer, por ejemplo, el valioso aporte de las innumerables escuelas y universidades católicas a lo largo de la historia de la humanidad?,” agregó.
Mons. Tomassi recordó que los padres conciliares vieron necesario, “para expresar la importancia fundamental de la educación, dedicar uno de los documentos al tema de la educación: la Declaración Gravissimum educationis, sobre la educación cristiana”.
“La Iglesia se ocupa de la educación –explicó- por su naturaleza maternal en relación a todos sus hijos”, por eso “el Concilio reafirma la indispensable y fundamental labor de los padres de familia en la tarea educadora”.
Desafíos del Postconcilio
EL Prelado se refirió luego a la crisis de la educación católica que siguió al Concilio.
“Si el Papa Juan XXIII había comentado que era necesario abrir las ventanas de la iglesia para que entrara aire fresco, en realidad muchos sintieron que lo que entró fue un huracán que estaba causando un desconcierto y sufrimiento y hasta preocupación para el futuro. Hoy, al recordar esos tiempos, nos preguntamos: ¿qué pasó? ¿Cómo fue eso posible?” se preguntó Mons. Tomassi.
El Prelado mencionó algunos de los fenómenos que se dieron en la “crisis” de la educación católica que siguió al Concilio:
“Escuelas católicas regentadas por religiosos eran abandonadas porque no las sentían más como medio y lugar privilegiado para la evangelización”.
“Institutos de educadores consagrados se iban quedando sin personal, por las crisis y abandono de la vida religiosa tan frecuentes y comunes, porque no creían en la educación católica, o porque en ellos lo profesional prevalece sobre su consagración”.
“Una falsa liberación que exigía que se dejara las comunidades y las escuelas, para convertirse en trabajadores y mimetizarse, o para vivir la llamada inserción, con interminables y permanentes encuentros de mentalización que un maestro consagrado a la escuela y a un horario y a una remuneración, no podía seguramente frecuentar sin perjudicar a su escuela o a su comunidad”.
“Algunos que se creían infalibles portadores de verdad, escribían en libros y revistas o hablaban en televisión, tildando de derechistas y conservadores a quienes no compartían su visión; o publicaban artículos chantajeando a la jerarquía que se veía obligada al silencio para no crear confusión y escándalo”.
“Instituciones educativas superiores y teólogos que en nombre de la autonomía y de las libertades pretendían y pretenden justificar su infidelidad al Magisterio de la Iglesia poniendo en discusión temas doctrinales ya definidos por el Magisterio, o presentando errores como si tuvieran derecho a discutirlos; y, pese a esto, seguir pretendiendo llamarse católicos”.
“Y tuvimos hasta religiosos que, bajo pretexto de identificación y servicio a los pobres y de ruptura con las injusticias y los poderes hegemónicos, dejaban las aulas y hasta sus comunidades optando por la violencia y el terrorismo”.
El Prelado señaló sin embargo que es justo resaltar que en esos tiempos tan complicados y difíciles, “fue posible mucho sufrimiento llevado con gran fe y fidelidad por religiosos que llevaban adelante sus escuelas, casi solos y sin notoriedad; o en laicos que frente a tanto desconcierto se iban armando de fortaleza y ardor para cumplir con su misión de Maestros católicos, incluso Obispos que lucharon por la Verdad de Jesús y de la Iglesia hasta el heroísmo”.
Mons. Tomassi destacó que “estas y otras experiencias de aquella época deben enseñarnos que la puesta en discusión y el abandono del Magisterio de la Iglesia, bajo la motivación y el pretexto que sean, pueden estar a la moda y merecer de los aplausos de muchos, pero sus frutos son la esterilidad y la destrucción. Y que debemos también dar gracias a Dios que fue quien condujo de la mano a esta su Iglesia por mares tempestuosos, hasta que la sabiduría y santidad de muchos maestros católicos (religiosos y laicos) ayudaran a reencontrar los ideales y el verdadero sitial de la educación católica, que siempre albergan en el Amor a la Iglesia y en la fidelidad a Cristo Maestro”.
reconozca el primado del hombre como persona