Durante el tradicional discurso dirigido a comienzos de año a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, el Papa Benedicto XVI propuso un nuevo esfuerzo por la paz basado no en el “silencio de las armas” sino en la lucha contra la injusta distribución de los bienes.

“La paz, –dijo el Pontífice– hacia la que debe y puede llevarla su compromiso, no es sólo el silencio de las armas; es, más bien, una paz que favorece la formación de nuevos dinamismos en las relaciones internacionales, dinamismos que a su vez se transforman en factores de conservación de la paz misma”.

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El Santo Padre destacó al respecto que “no se puede hablar de paz allá donde el hombre no tiene ni siquiera lo indispensable para vivir con dignidad. Pienso ahora en las multitudes inmensas de poblaciones que padecen hambre. Aunque no estén en guerra, la suya no se puede llamar paz: más aún, son víctimas inermes de la guerra”.

“Vienen también espontáneamente a mi mente las imágenes sobrecogedoras de los grandes campos de prófugos o de refugiados –en muchas partes del mundo– acogidos en precarias condiciones para librarse de una suerte peor, pero necesitados de todo”, dijo el Papa.

“Estos seres humanos –preguntó– ¿no son nuestros hermanos y hermanas? ¿Acaso sus hijos no vienen al mundo con las mismas esperanzas legítimas de felicidad que los demás?”.

Benedicto XVI dirigió también su pensamiento “a todos los que, por condiciones de vida indigna, se ven impulsados a emigrar lejos de su País y de sus seres queridos, con la esperanza de una vida más humana. Ni podemos olvidar tampoco la plaga del tráfico de personas, que es una vergüenza para nuestro tiempo”.

El Papa señaló que “la verdad exige que ninguno de los Estados prósperos se sustraiga a las propias responsabilidades y al deber de ayuda, utilizando con mayor generosidad los propios recursos. Se puede afirmar, sobre la base de datos estadísticos disponibles, que menos de la mitad de las ingentes sumas destinadas globalmente a armamento sería más que suficiente para sacar de manera estable de la indigencia al inmenso ejército de los pobres”.

Esto interpela a la conciencia humana”, agregó.

“Nuestro común compromiso por la verdad –dijo luego– puede y tiene que dar nueva esperanza a estas poblaciones que viven bajo el umbral de la pobreza, mucho más a causa de situaciones que dependen de las relaciones internacionales políticas, comerciales y culturales, que por circunstancias incontroladas”.

Lea el discurso completo del Papa Benedicto XVI aquí