Al conmemorarse los 40 años de la clausura del Concilio Vaticano II, el prestigioso teólogo Olegario González de Cardedal aseguró que, dado el “peso moral del catolicismo en el mundo”, no es pensable la historia de la Iglesia, el mundo y España “sin integrar lo que ese Concilio significó y lo que de él surgió”.
En un artículo publicado en el diario ABC de Madrid, el sacerdote señala que “la historia de la Iglesia Católica en el siglo XX ya no es pensable sin el Vaticano II. Sin él tampoco es ya pensable la historia de España. Más aún, dado el peso moral del catolicismo en el mundo, con sus mil quinientos millones de miembros, por su presencia física en toda la geografía y su oferta específica de sentido para la vida humana, ya tampoco es pensable la historia del mundo en este siglo sin integrar lo que ese Concilio significó y lo que de él surgió. Pensemos en Polonia, en Juan Pablo II y en los acontecimientos de 1989”.
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González de Cardenal afirma que “como acontecimiento interno de la Iglesia católica, fue normal en un sentido y revolucionario en otro. Normal, porque la búsqueda colectiva de la verdad es una constante en la historia de la Iglesia, junto con la dimensión comunitaria de su expresión y la decisión última sobre sus contenidos dogmáticos y exigencias morales mediante una reunión material o representativa de todos los obispos”.
Sin embargo, explica, el Concilio también fue revolucionario “porque se propuso rectificar la historia anterior estableciendo conexión profunda entre conciencia cristiana y modernidad; ensamblar los mejores impulsos y esperanzas sociales con las potencias propias del Evangelio; crear en la Iglesia aquellas actitudes, expresiones e instituciones que no nublasen sino que mostrasen su verdadera esencia y su misión de ser signo de Dios para el mundo”.
Al referirse a la constitución Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, el teólogo afirma más adelante que “hoy estamos interiormente implantados en un mundo que ya no es sólo fruto de los entusiasmos y esperanzas de la modernidad, sino que vive afectado también por los desgarros de una historia inhumana y la perplejidad de una posmodernidad que tantea y duda”.
Vaticano II y España
Para González de Cardedal, la historia de España en el siglo XX es “incomprensible sin lo que el Vaticano II desencadenó, liberó, posibilitó y exigió”.
“De las cuatro transiciones que han engendrado la España actual (la económica 1959: planes de desarrollo; la religiosa 1962-1965: Vaticano II; la política 1978: Constitución; la moral-cultural: alternancia de los partidos en el gobierno de la nación), la religiosa fue la más radical y completiva, porque afectó a la raíz personal y moral de las conciencias, que es donde se religa o desliga todo”.
Por último, el sacerdote considera que “la libertad religiosa no podía ser una isla en un océano sin las demás libertades; tras aquella tenían que venir todas estas. De ese espíritu del Concilio nació la necesidad de concordia, de reconciliación, de consenso y de paz en la justicia. Este es el quicio moral de la transición reconciliadora en una España democrática”.