Al presidir las primeras Vísperas del I domingo de Adviento, con las que comenzó el nuevo año litúrgico, el Papa Benedicto XVI elevó sus oraciones para que cada uno pueda hacer de este tiempo “un camino de auténtica santificación”.
En la homilía, el Santo Padre meditó sobre el pasaje de la primera carta de San Pablo a los Tesalonicenses (5, 23-24) y explicó que el deseo manifestado por el apóstol es que "cada uno sea santificado por Dios y se mantenga sin mancha en toda su persona -espíritu, alma y cuerpo- hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo".
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"El auspicio expresado por el apóstol, contiene una verdad fundamental, que trata de inculcar en los fieles de la comunidad que él fundo, y que podemos resumir así: Dios nos llama a la comunión con El, que se realizará plenamente con el retorno de Cristo, y se compromete a que lleguemos preparados a este encuentro final y decisivo", indicó.
Asimismo, destacó que "el futuro está, por decir así, contenido en el presente o, mejor dicho, en la presencia del mismo Dios, de su amor inquebrantable, que no nos deja solos, que no nos abandona ni siquiera un instante, como un padre y una madre no dejan nunca de seguir a los propios hijos en su camino de crecimiento".
"Ante Cristo que viene -aseguró-, el hombre se siente interpelado en todo su ser. La santificación es don de Dios e iniciativa suya, pero el ser humano está llamado a responder con todo su ser, sin excluir nada".
El Santo Padre afirmó que "así como el centro de la historia de la humanidad lo constituye el primer adviento de Cristo y el final, su retorno glorioso, de este modo cada existencia personal está llamada a confrontarse con él -de manera misteriosa y multiforme- durante la peregrinación terrena, para encontrarse ‘en Él en el momento de su regreso", señaló.