A pocos días de comenzar el Adviento, el Obispo de Cádiz y Ceuta, Mons. Antonio Ceballos Atienza, envió un comunicado a sus fieles invitándolos a reconocer que el “anhelo por la venida del Señor” ha decaído profundamente y “nos hemos instalado en nuestro mundo como si éste fuera a durar para siempre”.
Recordando que la Iglesia llama a la vigilancia, a la espera y a la conversión, Mons. Ceballos Atienza, explicó en su comunicado el significado de las cuatro semanas del Adviento y el llamado que éstas hacen a los hombres.
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La primera semana, “Tiempo de Esperanza”, remite a lo que más necesitan los hombres y mujeres de nuestro tiempo: La esperanza, puesto que no se puede “vivir sin tener razones para esperar”. Ante estos tiempos desesperanzados debe resonar la voz del profeta “Decid a los pusilánimes de corazón: el Señor viene a salvarnos”, indicó.
“Cristo vino y viene” es la reflexión de la segunda semana. En ésta celebramos que “Jesucristo llegó en la plenitud de los tiempos y nació de Santa María Virgen en Belén”, por ello la Iglesia nos “invita a elevar nuestra mirada esperanzada hacia la llegada de Cristo al final de los tiempos, cuando venga con alegría y juzgar a vivos y muertos, y lleve así a término la obra que comenzó en su primera venida”, explicó el Prelado.
“Entre estas dos venidas del Señor –prosiguió el Obispo– se da otra llegada permanente y constante de Jesucristo a su Iglesia y al común de los hombres, una venida misteriosa que se produce por la acción silenciosa del Espíritu Santo en el corazón de los creyentes, de la que son vehículos normales la predicación de la Palabra, los sacramentos, la oración”.
Falta de anhelo por la venida del Señor
Mons. Ceballos agregó que la venida permanente del Señor invita a los cristianos a estar atentos y vigilantes, porque el “misterio del Adviento llena así todo el tiempo que transcurre entre la primera venida en la humildad del pueblo de Belén y la definitiva en la gloria del Reino de Dios. Cristo vino, viene y vendrá”.
Estas llegadas de Cristo, “preparan el retorno definitivo y glorioso del Señor”, pero “no producen efecto automáticamente” siendo necesario una “respuesta de nuestra parte que se manifiesta en forma de aceptación y de acogida”, manifestó.
hemos dejado de vivir la espera