Esta semana el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas dictaminó –a pedido de un grupo abortista– que el Estado Peruano “violó los derechos” de una joven madre por no permitir que aborte a su hija con anencefalia, una malformación genética que supone la temprana muerte del bebé pero no representa riesgos graves para la gestante.
En el año 2001, Karen Llontoy tenía 17 años de edad. Resultó embarazada y a las 14 semanas de gestación diagnosticaron que su bebé sufría anencefalia, es decir que no estaba desarrollando hemisferios cerebrales y moriría poco después de nacer. Un médico le sugirió someterse a un aborto, pero el director del hospital público en el que se atendía negó esta posibilidad porque la ley peruana sólo permite esta práctica en caso de riesgo de vida de la madre o daño permanente.
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Según explica el doctor en bioética Renzo Paccini, “la madre no está enferma por portar un bebé que padece anencefalia y abortarlo no supone una curación. La anencefalia del concebido no supone ningún riesgo para la salud de la madre. Es una situación humanamente dramática y supone un sufrimiento para los padres y especialmente para la madre que como mujer está biológicamente abierta a acoger una vida en su cuerpo, pero en sí mismo un bebé anencefálico no implica que el embarazo suponga ningún riesgo para la vida o la salud de la madre”.
A pesar de estas evidencias, la ONG abortista Center for Reproductive Rights (Centro para los Derechos Reproductivos), que tiene entre sus objetivos “garantizar” el aborto legal, junto a la red feminista CLADEM y DEMUS, recogió el caso de Karen y lo presentó ante la ONU buscando un precedente para introducir el aborto por anencefalia bajo la etiqueta de “aborto terapéutico”.
“El aborto nunca es terapéutico porque matar una criatura no cura ninguna enfermedad en la madre. El hecho de que un niño sea anencefálico no le quita su condición de ser humano. Es un niño que padece una enfermedad grave pero no puede ser tratado como un tumor que se deba extirpar”, agrega el experto.
El fallo de la ONU sostiene que Perú ha violado el “Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos” y señala que el Estado debería indemnizar a Karen por no haberle administrado un aborto, que para el sistema nacional es ilegal.
Los voceros del Center for Reproductive Rights han presentado el dictamen como una victoria a favor de “los más esenciales derechos humanos” de las mujeres e insisten en que el Estado Peruano reconozca la anencefalia como motivo de “aborto terapéutico”.
Sin embargo, expertos como Carlos Polo del Population Research Institute han advertido que el dictamen del Comité de la ONU es preocupante pero no supone obligación de cumplimiento porque este organismo solo puede emitir “recomendaciones”.
“Para nadie es un secreto que organismos pro aborto han colocado allí a muchos de sus miembros. Este Comité de la ONU es libre de dictaminar un caso desde ‘su propio entendimiento’ de lo que es un aborto y esto no es vinculante para el Perú. El Perú ha firmado el Pacto que ni siquiera menciona la palabra aborto. El Pacto y su Protocolo Facultativo sólo conceden a este Comité a efectuar recomendaciones”, aclara Polo.
Según el experto, “las feministas pretenden que tenemos la obligatoriedad de cumplir esas recomendaciones. Eso equivaldría a renunciar a nuestra soberanía como Nación y trasladar nuestro Poder Legislativo a Nueva York”, donde se ubica la sede de la ONU.
“El director del hospital no podía facilitarle un aborto a Karen Llontoy porque su vida nunca estuvo en riesgo. Al contrario, la Constitución protege al niño por nacer desde la concepción. Un niño anencefálico no es una cosa. Es un niño muy enfermo y es protegido por la leyes. El Comité de Derechos Humanos evita hablar de esa parte de nuestras leyes y ése es su problema, su limitación”, agrega.
Un testimonio reciente
Aunque en Perú no existe un registro estadístico de bebés que padecen anencefalia, se estima que esta malformación se presenta en uno de cada mil partos. Lily Barreto es una madre peruana que en el año 2003 debió enfrentar este drama.
Lily esperaba su cuarto hijo cuando al cuarto mes de gestación diagnosticaron que el niño padecía anencefalia. Ella recibió la noticia junto a su esposo. “No pudimos contener nuestro llanto, pero Dios dulcemente nos consoló cuando en el fondo nos pedía una hermosa misión. El bebé viviría siempre y cuando lo dejáramos vivir. Solo yo sería portadora de su vida. Desde ese momento sentíamos una gran responsabilidad”, relata.
Para Lily, “fue muy duro contarle a la familia lo que estábamos viviendo pero aun más cuando escuchábamos que algunas personas no comprendían nuestro deseo de seguir con el embarazo”.
Los Barreto encontraron apoyo en otras parejas que conocieron por Internet y habían vivido lo mismo. Lily sostiene que gracias a otros testimonios, “empecé a sentirme tranquila y sentir la misma ilusión que mis otros tres embarazos. Era portadora de una vida y debía estar agradecida por ello. Empecé a dejar de tener miedo a cómo será mi bebé y si podría ser capaz de amarlo tan intensamente como a mis otros hijos”.
“Empecé a comprender el valor de la vida, el valor de nosotros mismos, valor que sobretodo encontramos en el interior de las personas. Lo único que sabíamos era que el bebé estaba con vida, y que también había la posibilidad de perderlo en cualquier momento”, recuerda Lily.
El médico que la trató les explicó que en el caso de bebés con anencefalia lo más recomendable era inducir el parto pero después de las 34 semanas de gestación, porque si nacía antes de ese tiempo el bebé podía morir asfixiado.
Le indujeron el parto el 30 de agosto de 2003. Un sacerdote los acompañó en la sala de operaciones y bautizó al pequeño Pedro José en cuanto nació. El niño vivió 62 horas. “Fueron tres días llenos de entrega, amor y dolor. Lo gocé por tan poco tiempo pero puedo decir que tuve la dicha de tenerlo entre mis brazos”, evoca Lily, quien hace un mes dio a luz a su quinto hijo sin complicación alguna.
http://www.anencephalie-info.org/sp/index.htm