La Conferencia Episcopal Chilena (CECH), a través de su Comité Permanente, demandó a las autoridades locales respetar la libertad de las personas y no reducir la lucha contra el SIDA al reparto de preservativos.
La declaración “¿Qué sociedad queremos?” responde a la nueva campaña de prevención del SIDA anunciada por el gobierno. “La actual campaña del Ministerio de Salud, en vez de abordar la causa del problema, apunta a evitar sus efectos, recomendando técnicas y métodos preventivos que presuponen una actitud permisiva de la causa del problema, como son las relaciones sexuales sin un trasfondo de amor maduro y comprometido en el matrimonio y en la vida familiar”, indica el texto.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Los obispos consideran que “esta campaña prescinde de fundamentales consideraciones éticas, porque separa la sexualidad de su dimensión procreativa, olvida el dominio sobre sí mismo y reduce la solución del problema a una fórmula exclusiva -el preservativo- atentando así contra la libertad. En este sentido, silenciar los otros medios para evitar la enfermedad es un retroceso que resulta impositivo. La libertad de opciones sólo es legítima cuando procura el bien, cuando es justa y respetuosa de la dignidad humana”.
Según los prelados, “el problema de fondo es formar a las personas en el amor, mediante una urgente educación integral y humanizante, que presente la sexualidad en su profunda dignidad”. “Si queremos una sociedad verdaderamente sana, tratemos a los seres humanos como personas. De lo contrarios empobrecemos la condición humana cuya dignidad más honda es ser imagen y semejanza de Dios”, agregan.
También consideran “doloroso” que la campaña coincida con la celebración de “la canonización del P. Alberto Hurtado, generoso servidor de la vida humana y auténtico educador de la juventud”.
Los obispos explican que al reconocer la “gravedad del problema”, la Iglesia plantea la “búsqueda de soluciones acordes con la dignidad humana y dentro de una concepción integral de la persona. También acompaña a personas concretas a abordar su enfermedad y, en los casos más dramáticos, a morir con dignidad”.
Asimismo, recuerdan que “el deber de las instituciones públicas es ayudar a la población a llevar una vida sana y digna. Es necesario valorar la belleza de una sexualidad madura y fiel, consciente de su capacidad de formar una familia y de acoger en ella a los hijos que sean frutos del amor. Hay que decir con claridad que el sexo desenfrenado ofende la dignidad humana, prepara rupturas matrimoniales y conduce a una sociedad decadente”.