Esta mañana el Papa Benedicto XVI insistió en la realidad del Señor como la de una persona viva que guía a los cristianos, una persona cuya presencia es eficaz y salvífica.
En su catequesis sobre el Salmo 134, el Santo Padre hizo notar cómo “el salmista confronta en modo incisivo dos diversas visiones religiosas. Por un lado, se resalta la figura del Dios viviente y personal que está al centro de la fe auténtica. Su presencia es eficaz y salvífica; el Señor no es una realidad inmóvil y ausente, sino una persona viva que guía a sus fieles, moviéndose por piedad, sosteniéndolos con su potencia y su amor".
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"Por otro lado, vemos surgir la idolatría, expresión de una religiosidad desviada y que engaña. De hecho, el ídolo no es más que una ‘obra de las manos del hombre’, un producto de los deseos humanos; es por lo tanto impotente en el superar los límites de las criaturas. Este tiene una forma humana con boca, ojos, orejas, cuello, pero es inerte, sin vida, como sucede con una estatua inanimada”, indicó.
“El destino de los que adoran estas realidades muertas es el ser iguales a ellas, impotentes, frágiles, inertes. En estos versos es representada la eterna tentación del hombre de buscar la salvación en la ‘obra de sus manos’, poniendo su esperanza en la riqueza, el poder, el éxito, en lo material”, agregó.
Citando a San Agustín, el Pontífice hizo referencia a la semejanza que asumen con los ídolos los que confían en ellos, que “ciertamente no es en el cuerpo, sino en el hombre interior”.
Terminada la catequesis, Benedicto XVI leyó el resumen de la misma en diversas lenguas, entonó el Pater Noster e impartió la bendición apostólica.