En la tradicional catequesis de los miércoles, el Papa Benedicto XVI recordó ante los 30 mil peregrinos reunidos en Plaza San Pedro, que en Jesucristo se manifiesta el amor divino de modo concreto y existencial.
En su reflexión, el Santo Padre destacó cómo “el amor divino es concreto, se hace visible y casi se puede experimentar. Esta realidad, vivida ya por el pueblo de Israel, se manifiesta de un modo totalmente nuevo y especialmente elocuente en Jesucristo, en el misterio de su muerte y resurrección, que es la máxima expresión de la libertad y de la salvación”.
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El Pontífice hizo notar “la amplia y apasionada invitación a alabar al Señor”, tras la cual surge “la voz solista proclamando la profesión de fe. Este Credo constituirá la sustancia de todo el himno, que revela una proclamación de la grandeza del Señor, manifestada en sus obras maravillosas”.
Asimismo, el Papa destacó los aspectos de la divinidad que se manifiestan a lo largo del salmo, como “la omnipotencia divina” y “la intervención en la historia, donde el Creador muestra el rostro de redentor a su pueblo y de soberano de todo el mundo”.
Según el Santo Padre, así como "el amor divino se convierte en algo concreto y que se puede experimentar en la historia con todas sus vicisitudes duras y gloriosas. La liturgia tiene el deber de hacer siempre presentes y eficaces los dones divinos, sobre todo en la gran celebración pascual, que es la raíz de toda solemnidad y constituye el emblema supremo de la libertad y de la salvación".
También saludó a los participantes en el Congreso Internacional dedicado a "Los signos del Espíritu en el siglo XX. Un repaso de la historia: el relato de los testigos", que se celebra en Lucca (Italia); felicitó al coordinador nacional de Renovación en el Espíritu, que ha promovido este congreso, en colaboración con la superiora general de las Oblatas del Espíritu Santo, el fundador de la Comunidad de San Egidio y la fundadora del Movimiento de los Focolares.
Terminada la Audiencia General, el Santo Padre entonó el Pater Noster e impartió la Bendición Apostólica a todos los presentes.