Al recibir este jueves en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo al nuevo Embajador de Venezuela ante la Santa Sede, Iván Guillermo Rincón Urdaneta, el Papa Benedicto XVI pidió al gobierno de Hugo Chávez respetar el espacio de libertad de la Iglesia, porque el Estado no tiene “nada que temer” de ella.
El Pontífice inició su discurso con buenos augurios para el Presidente Hugo Chávez, así como “mis sinceros sentimientos de cercanía y afecto al pueblo venezolano, por el cual ruego al Todopoderoso para que, en la actual situación de su vida social y económica, busque con tesón las soluciones más idóneas para alcanzar metas cada vez más altas de justicia, solidaridad y progreso, según el espíritu cristiano que tanto ha contribuido a forjar la propia identidad nacional”.
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“La Santa Sede –explicó el Papa– sigue muy de cerca los acontecimientos de esa querida 'tierra de gracia', y así lo ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones”.
El Santo Padre recordó luego que “la constante labor de la Iglesia en Venezuela, realizada a veces con precariedad de recursos humanos y materiales, se ha concretado en numerosas actividades de promoción humana en favor de la vida desde su concepción y de la familia, así como en proyectos asistenciales para consolidar instituciones básicas de la sociedad como la educación, la asistencia médica y las estructuras de beneficencia, tanto en el medio urbano, con una apreciable acción entre los más pobres, como en las zonas más apartadas de la geografía nacional, entre las poblaciones indígenas”.
Benedicto XVI defendió especialmente el papel de las escuelas católicas, “que siempre han prestado y siguen prestando una enorme contribución a la educación de los niños y jóvenes venezolanos”.
El Papa destacó luego el derecho de los obispos a expresar sus propios puntos de vistas al señalar que la Iglesia Católica, “en cumplimiento de su propia misión, anuncia el Evangelio, proclama el perdón y la reconciliación que, ofrecido y recibido de corazón, es el único modo de llegar a una concordia estable, sin que las legítimas discrepancias lleguen a convertirse en enfrentamientos agresivos”.
“Es bien conocido que la situación social no mejora aplicando exclusivamente medidas técnicas, sino que ha de ponerse atención sobre todo a la promoción de los valores, respetando la dimensión ética propia de la persona, de la familia y de la vida social”, agregó el Papa.
“La Iglesia, que no puede dejar de proclamar y defender la dignidad de la persona humana en su integridad y apertura a la trascendencia divina, reclama poder disponer, de modo estable, del espacio indispensable y de los medios necesarios para cumplir su misión y su servicio humanizador”; dijo luego el Pontífice, al llamar a “diversas formas de colaboración fecunda entre el Estado y la Iglesia con el fin de prestar un mejor servicio al desarrollo de las personas y promover un espíritu de convivencia en libertad y solidaridad, lo que redundará en beneficio de todos”.
“La Iglesia necesita esta libertad para ejercer su misión, escoger a sus Pastores y guiar a sus fieles. Los Sucesores de Pedro se han esforzado siempre por defender esta libertad. Por otra parte, los Gobiernos de los Estados nada deben temer por la acción de la Iglesia, que en el ejercicio de su libertad sólo busca llevar a cabo su propia misión religiosa y contribuir al progreso espiritual de cada país”, enfatizó el Papa.
libertad para poder prestar un servicio válido las dificultades actuales en las relaciones Iglesia-Estado