En el marco de una emotiva clausura de la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Benedicto XVI llamó a los jóvenes a fortalecer su identidad cristiana y dar de ella testimonio al mundo entero.

Durantesu homilía, el Pontífice afirmó que “en la Última Cena Jesucristo seentrega. ¿Qué está sucediendo? ¿Cómo Jesús puede repartir su Cuerpo ysu Sangre? Haciendo del pan su Cuerpo y del vino su Sangre, Él anticipa su muerte, la acepta en lo más íntimo y la transforma en una acción de amor.Lo que desde el exterior es violencia brutal, desde el interior setransforma en un acto de un amor que se entrega totalmente”.

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“Este es, ahora, el acto central de transformación capaz de renovar verdaderamente el mundo:la violencia se transforma en amor y, por tanto, la muerte en vida.Dado que este acto convierte la muerte en amor, la muerte como tal estáya, desde su interior, superada; en ella está ya presente laresurrección. La muerte ha sido, por así decir, profundamente herida,tanto que, de ahora en adelante, no puede ser la última palabra”,precisó el Papa.

Luegode explicar que la palabra adoración significa, en griego, el gesto desumisión; y que en latín significa contacto boca a boca, abrazo, amor;Benedicto XVI explicó que “la hora de Jesús es la hora en la cual vence el amor.En otras palabras: es Dios quien ha vencido, porque Él es Amor. La horade Jesús quiere llegar a ser nuestra hora y lo será, si nosotros,mediante la celebración de la Eucaristía, nos dejamos arrastrar poraquel proceso de transformaciones que el Señor pretende. La Eucaristía debe llegar a ser el centro de nuestra vida”, enfatizó.

El Papa también exhortó a los cientos de miles de jóvenes presentes a no dejarse “disuadir de participar en la Eucaristía dominical y ayudar también a los demás a descubrirla”. “Ciertamente, para que de esa emane la alegría que necesitamos, debemos aprender a comprenderla cada vez más profundamente, debemos aprender a amarla”, agregó.

Inmediatamentedespués, el Papa pidió a los peregrinos descubrir "la íntimariqueza de la liturgia de la Iglesia y su verdadera grandeza: no somosnosotros los que hacemos fiesta para nosotros, sino que es, en cambio,el mismo Dios viviente el que prepara una fiesta para nosotros”.

Respecto a su relación con el sacramento de la penitencia, el Papa dijo a los jóvenes que “con el amor a la Eucaristía redescubriréis también el sacramento de la Reconciliación, en el cual la bondad misericordiosa de Dios permite siempre iniciar de nuevo nuestra vida”.

Eucaristía y evangelización

Más adelante, El Papa recordó que quien “ha descubierto a Cristo debe llevar a otros hacia Él.Una gran alegría no se puede guardar para uno mismo. Es necesariotransmitirla” en medio del mundo que se ha olvidado de Dios. Advirtiótambién de una especie de boom religioso en el que cada cual “escogeaquello que place, y algunos saben también sacarle provecho. Pero lareligión buscada a la ´medida de cada uno´ a la postre no nos ayuda.Es cómoda, pero en el momento de crisis nos abandona a nuestrasuerte. Ayudad a los hombres a descubrir la verdadera estrella queindica el camino: ¡Jesucristo! Tratemos nosotros mismos de conocerlosiempre mejor para poder guiar también, de modo convincente, a losdemás hacia Él”.

Nuevos movimientos y comunidades

Luegode recomendar a los presentes el aprendizaje tanto del Compendio delCatecismo de la Iglesia Católica como del Catecismo mismo, elPontífice, en un clarísimo español, recordó que hace falta construir“comunidades basadas en la fe”. Y se refirió a los movimientos y comunidades en los que, que en los últimos años, “la fuerza del Evangelio se deja sentircon vivacidad. Buscad la comunión en la fe como compañeros de caminoque juntos van siguiendo el itinerario de la gran peregrinación queprimero nos señalaron los Magos de Oriente”.

“La espontaneidad de las nuevas comunidades es importante –observó el Papa– pero es asimismo importante conservar la comunión con el Papa y con los Obispos.Son ellos los que garantizan que no se están buscando senderosparticulares, sino que a su vez se está viviendo en aquella granfamilia de Dios que el Señor ha fundado con los doce Apóstoles”.

Nuevamentehablando en alemán, el Pontífice indicó que dado que “recibimos almismo Señor y Él nos acoge y nos atrae hacia sí, seamos también unasola cosa entre nosotros. Esto debe manifestarse en la vida. Debemostrase en la capacidad de perdón. Debe manifestarse en la sensibilidad hacia las necesidadesde los demás. Debe manifestarse en la disponibilidad para compartir.Debe manifestarse en el compromiso con el prójimo, tanto con el cercanocomo con el externamente lejano, que, sin embargo, nos mira siempre decerca”.

Alfinalizar la homilía, el Santo Padre aseguró saber que “vosotros comojóvenes aspiráis a cosas grandes, que queréis comprometeros por unmundo mejor. Demostrádselo a los hombres, demostrádselo al mundo, que espera exactamente este testimonio de los discípulos de Jesucristoy que, sobre todo mediante vuestro amor, podrá descubrir la estrellaque como creyentes seguimos. ¡Caminemos con Cristo y vivamos nuestravida como verdaderos adoradores de Dios! Amén”.

Un millón de jóvenes: ¡Benedetto, Benedetto!

Elinicio de la Eucaristía estuvo marcado por el tañido de la campana queel día anterior el Papa bendijo en memoria de Juan Pablo II, a la queasistieron, según la oficina de prensa de la JMJ Colonia 2005, poco másde un millón de personas. En la misma, también estuvieron presentes, unos nueve mil sacerdotes y 800 obispos;entre los que se encontraban el Presidente del Pontificio Consejo paralos laicos, Mons. Stanyslaw Rylko; y el Arzobispo de Colonia, CardenalJoachim Meisner.

Al culminar su homilía, los asistentes corearon al Santo Padre con el grito de "Benedetto, Benedetto".

Lea la homilía completa en
http://www.aciprensa.com/Docum/benedictoxvi/documento.php?id=54