En su discurso pronunciado en ocasión del encuentro ecuménico realizado en el Arzobispado de Colonia, el Papa Benedicto XVI señaló que “es mi propósito asumir como una prioridad de mi pontificado, la recuperación de la unidad de los cristianos”.
“Con ello he querido conscientemente seguir las huellas de mis dos grandes Predecesores: de Pablo VI, que hace ya más de cuarenta años firmó el Decreto conciliar sobre el ecumenismo Unitatis redintegratio, y de Juan Pablo II, que después hizo de este documento el criterio inspirador de su actuación”, dijo el Pontífice.
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“En el diálogo ecuménico –continuó– Alemania es un lugar de particular importancia. En efecto, no es sólo el país donde tuvo origen la Reforma; también es uno de los países en los que surgió el movimiento ecuménico del siglo XX. A causa de los flujos migratorios del siglo pasado, también cristianos de las Iglesias ortodoxas y de las antiguas Iglesias del Oriente han encontrado en este país una nueva patria”.
El Pontífice recordó que “la hermandad entre los cristianos no es simplemente un vago sentimiento y tampoco nace de una forma de indiferencia respecto a la verdad. Se basa en la realidad sobrenatural de un único Bautismo, que nos inserta en el único Cuerpo de Cristo. Juntos confesamos a Jesucristo como Dios y Señor; juntos lo reconocemos como único mediador entre Dios y los hombres, subrayando nuestra común pertenencia a Él. Sobre este fundamento, el diálogo ha dado sus frutos”.
El Santo Padre reconoce “con gratitud los resultados obtenidos en las diversas tomas de posición comunes sobre asuntos importantes, como las cuestiones fundamentales sobre la defensa de la vida y la promoción de la justicia y la paz. Soy muy consciente de que muchos cristianos en este país, y no sólo en él, se esperan más pasos concretos de acercamiento. También yo los espero. En efecto, el mandamiento del Señor, pero también la hora presente impone continuar de modo convencido el diálogo a todos los niveles de la vida de la Iglesia. Obviamente, éste debe desarrollarse con sinceridad y realismo, con paciencia y perseverancia, con plena fidelidad al dictamen de la conciencia. No se puede mantener un diálogo a costas del verdad; el diálogo tiene que desarrollarse en la caridad y en la verdad”.
“Una prioridad urgente en el diálogo ecuménico –prosiguió Benedicto XVI– la constituye también las grandes cuestiones éticas que plantea nuestro tiempo; en este campo, los hombres de hoy en búsqueda, esperan con razón una respuesta común de los cristianos, que, gracias a Dios, en muchos casos casi se ha encontrado. Pero, desdichadamente, no siempre. A causa de las contradicciones en este campo, el testimonio evangélico y la orientación ética debida a los fieles y a la sociedad pierden fuerza, asumiendo muchas veces características vagas, y descuidando así nuestro deber de dar a nuestro tiempo el testimonio necesario. Nuestras divisiones contrastan con la voluntad de Jesús y nos desautorizan ante los hombres”.
Al preguntarse sobre el significado de lograr la unidad de los cristianos, el Papa resaltó que “la Iglesia Católica pretende lograr la plena unidad visible de los discípulos de Cristo, tal como la ha definido el Concilio Ecuménico Vaticano II en varios de sus documentos. Según nuestra convicción, dicha unidad existe en la Iglesia católica sin posibilidad de que se pierda. No significa, sin embargo, uniformidad en todas las expresiones de la teología y la espiritualidad, en las formas litúrgicas y en la disciplina. Unidad en la multiplicidad y multiplicidad en la unidad. En la homilía en la solemnidad de San Pedro y San Pablo, el pasado 29 de junio, he subrayado que la plena unidad y la verdadera catolicidad van juntas”.
El camino puede continuar paso a paso hasta llegar a la plena unidad, cuando, “finalmente, «lleguemos todos a la unidad de la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, el hombre perfecto, a medida de Cristo en su plenitud». Es obvio que un diálogo como éste sólo puede llevarse a cabo hasta el fondo en un contexto de espiritualidad sincera y coherente. No podemos «hacer» la unidad sólo con nuestras fuerzas. Podemos obtenerla solamente como don del Espíritu Santo. Por tanto, el ecumenismo espiritual, es decir, la oración, la conversión y la santidad de vida, son el corazón del movimiento ecuménico. También se podría decir que la mejor forma de ecumenismo consiste en vivir según el Evangelio”, aseveró el Pontífice.
Finalmente, Benedicto XVI expresó su convencimiento de que si “un número creciente de personas se une a la oración del Señor «para que todos sean uno» (Jn 17,21), dicha plegaria en el nombre de Jesús no caerá en vacío. Con la ayuda que viene de lo alto, encontraremos soluciones practicables en las diversas cuestiones aún abiertas y, al final, el deseo de unidad será colmado cuando y como Él quiera. Os invito a todos a recorrer conmigo este camino”.