En una de las tres Misas simultáneas de apertura de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Colonia 2005, el Obispo de Osnabrück, Mons. Fran-Josef Bode, recordó que “Dios llama una y otra vez, y sin parar. No nos deja dormir cuando, exhaustos por las muchas experiencias negativas, queremos cerrar los ojos, o, cuando, dominados por la multitud exhaustiva de las ofertas, nos hemos dormido”.
El Prelado indicó que Dios “no desiste de llamarnos, de llamarnos por nuestro nombre, como a Samuel, de llamarnos por la unicidad de nuestra historia de vida, de nuestros dones y nuestras capacidades, y también de nuestras debilidades y nuestros errores”.
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“Él llama en los anhelos de los jóvenes que buscan lo grandioso y magnífico; llama por medio de personas que nos despiertan por su vida digna de crédito; nos llama ante todo en la celebración de la Eucaristía y en los Sacramentos, en el Sacramento de la Reconciliación”, indicó.
Recordó también que no sólo los jóvenes responden al llamado de Dios porque también “hay personas ancianas, experimentadas que hacen que nos abramos frente a la voz de Dios, personas que han logrado que nos hayamos abierto, como el Papa Juan Pablo II, que precisamente en su vejez ha despertado a los jóvenes y que nunca se ha cansado de señalizarles la voz de Dios”.
El Obispo de Osnabrück instó a los jóvenes a dejarse alentar por Benedicto XVI, “para que, precisamente, no contestemos como nos gusta hacer: ¡Escucha, Señor, porque tu siervo habla!, sino para que aceptemos con toda franqueza la voz de Dios, que a menudo es silenciosa y discreta, pero que no deja de hablarnos”.
“Vosotros en estos días –prosiguió– le demostráis a toda la Iglesia y a todo el mundo que (Dios) aún vive, y que los jóvenes están dispuestos a escuchar lo que Dios les dice porque están atentos y despiertos frente a las señales que Dios les envía, frente a las señales en su vida que Dios les obsequia”.
Mons. Bode recordó que los Magos no encontraron de inmediato lo que buscan, “sino que tienen que recorrer un largo camino de altos y bajos, deben atravesar mares y desiertos, experimentando varios encuentros hasta que finalmente hallan las huellas de lo grandioso y magnífico. Su verdadera voluntad de irrumpir y su gran persistencia de no desistir en la búsqueda, los lleva adelante”.
“Es por esto que emprenden el camino –continuó– dejando su entorno familiar y conocido, exponiéndose a grandes inseguridades, y van a adorarlo. Van, tal como están, con sus dones y sus capacidades, con sus tesoros, pero también con sus inseguridades y temores, con sus preguntas y su búsqueda. Van a adorarlo. Y esto, mis queridos amigos jóvenes, es lo que vosotros también habéis hecho en gran número: Habéis venido para buscar y encontrar al quien es completamente nuevo, completamente diferente, a Jesucristo”.
Finalmente, el Obispo agradeció a los jóvenes por estar en esta JMJ Colonia 2005 y recordó a los asistentes que “todos nos necesitamos mutuamente, y necesitamos tanto el pequeño mundo personal como la amplitud universal de la Iglesia. Y la Iglesia Universal necesita los dones y las capacidades de cada uno de los fieles”.