El Papa Benedicto XVI recordó a los files reunidos para rezar el ángelus en el Valle de Aosta que ante el libro de la naturaleza la persona descubre la huella de la bondad y de la providencia divina, se descubre capaz de Dios y se abre así a la oración.
Antes de iniciar la oración del ángelus dominical el Santo Padre agradeció por la hospitalidad recibida en sus primeros días en el Valle de Aosta y seguidamente reflexionó sobre el descanso y las vacaciones afirmando que “en el mundo en que vivimos, es casi una necesidad poderse revigorizar en el cuerpo y en el espíritu, especialmente para quien vive en la ciudad, donde las condiciones de vida, con frecuencia frenéticas, dejan poco espacio al silencio, a la reflexión y al contacto con la naturaleza”.
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“Las vacaciones- continuó- son, además, días en los cuales uno se puede dedicar más largamente a las oración, a la lectura y a la meditación sobre los significados profundos de la vida, en el contexto sereno de la propia familia y de los seres queridos. El tiempo de vacaciones ofrece oportunidades únicas para contemplar los sugestivos espectáculos de la naturaleza, maravilloso libro a la mano de todos, grandes y pequeños”.
Aprovechando la reflexión sobre la naturaleza y su explícita hermosura su santidad resaltó la condición del hombre como aquél que es capaz de Dios afirmando que “en el contacto con esta, la persona redescubre su justa dimensión, se descubre criatura, pequeña pero al mismo tiempo única, ‘capaz de Dios’ porque interiormente es abierta al Infinito. Impulsada por la pregunta sobre el sentido que le urge en el corazón, la persona percibe en el mundo la huella de la bondad y de la providencia divina y casi naturalmente se abre a la alabanza y la oración”.
Al finalizar sus palabras el Santo Padre pidió a la Virgen María enseñarnos “el secreto del silencio que se hace alabanza, del recogimiento que dispone a la meditación, del amor por la naturaleza que florece en agradecimiento a Dios”.