Hoy, con ocasión de la fiesta de la Visitación de la Virgen María, el Papa Benedicto XVI ha publicado el motu proprio “La antigua y venerable basílica”, con la que cambia radicalmente el gobierno de la Basílica de San Pablo Extramuros, a la vez que la confirma como ámbito de diálogo con los cristianos no católicos.
En el documento, el Papa recuerda que esta antigua basílica se construyó en un lugar en el que según la tradición fue martirizado el Apóstol de las Gentes. Junto a ella se encuentra la Abadía de los Monjes Benedictinos, para quienes la basílica cumple la función de Iglesia Abadía.
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Con el Tratado Lateranense de 1929 y con los acuerdos sucesivos entre la Santa Sede e Italia, las áreas y los edificios que constituyen el complejo de San Pablo Extramuros pertenecen a la Santa Sede y gozan de un estatus jurídico específico, según las normas del Derecho internacional. De acuerdo con las normas vigentes, el Sumo Pontífice ejerce los poderes civiles sobre todo el complejo extraterritorial.
El Papa, teniendo en cuenta que en el pasado la Santa Sede definió solamente algunos aspectos de las competencias de la administración pontificia de la basílica y de la Abadía benedictina, “considera ahora oportuno emanar algunas normas generales para aclarar o definir los principales aspectos de la gestión pastoral y administrativa del complejo de San Pablo Extramuros. Esto permitirá redactar un estatuto que fije las competencias de los sujetos interesados y regule sus relaciones”.
Al igual que en las otras basílicas mayores, el Papa Benedicto XVI ha decidido nombrar un Arcipreste para San Pablo Extramuros, que ejercerá la jurisdicción ordinaria e inmediata. Además, tendrá un vicario para la pastoral, que será el Abad de la Abadía benedictina y un delegado para la administración.
Además, el Arcipreste tendrá que coordinar las diversas administraciones, según las propias finalidades, salvo cuando es competencia exclusiva del Abad en el interno de la Abadía.
El Abad del Monasterio del San Pablo Extramuros, que hasta ahora era quien ejercía el gobierno real de la Basílica, después de haber sido canónicamente elegido, debe ser confirmado por el Papa.
La pontificia administración de esa basílica “se suprime y todas las funciones se transfieren al arcipreste”, que las ejercerá según lo establecido en el estatuto aprobado por las oficinas competentes de la Santa Sede.
Benedicto XVI escribe que para asegurar el ministerio de la Penitencia en esa basílica, muy frecuentada por peregrinos de todo el mundo, confirma lo establecido por Pío XI en la constitución apostólica “Quod divina favente”, es decir que los administradores de ese sacramento sean los penitenciarios, elegidos entre los monjes benedictinos y constituidos según cuanto establezca el próximo estatuto.
Diálogo ecuménico
“En tiempos recientes –prosigue el Papa en el documento– la Santa Sede ha demostrado un interés especial en promover en la basílica o en el ámbito de la abadía, acontecimientos de carácter ecuménico. Por tanto, los monjes, bajo la supervisión del arcipreste, están encargados de organizar, coordinar y promover esos actos, con la ayuda de los hermanos benedictinos y de otras abadías, y de acuerdo con el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos”.