Esta mañana, el Papa Benedicto XVI se dirigió a los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro con ocasión de la tradicional audiencia general afirmando con convicción que el Señor Jesús es guía a la esperanza y a la vida salvando al hombre del dolor y de la muerte.
La catequesis de este miércoles versó sobre el Salmo 115, conocido como "Acción de gracias en el templo". En sus primeras palabras, el Santo Padre se refirió a la presencia del salmo en la tradición cristiana a partir de San Pablo. "El apóstol se siente en espiritual sintonía con el salmista en la serena confianza a pesar de los sufrimientos y debilidades humanas, dando gracias al Señor que nos libra de la angustia de la muerte”.
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A continuación, el Papa recordó que se trata de un salmo que “en el original hebreo constituye una sola composición con el salmo precedente”, constituyendo de este modo “una acción de gracias unitaria, dirigida al Señor que libera de la pesadilla de la muerte”.
Sobre la actitud del orante hizo notar que “junto con la comunidad, da testimonio de la propia fe al sentirse salvado de la muerte y profesa con alegría que pertenece a la casa de Dios, a la familia de las criaturas unidas a Él en el amor y la fidelidad. Su testimonio es para todos un estímulo para crecer y amar al Señor que, al salvarlo del dolor y de la muerte, lo guía hacia la esperanza y la vida”. “El orante salvado de la muerte –continuó– se siente ‘siervo’ del Señor, ‘hijo de su sierva’, una bella expresión oriental para indicar a quien ha nacido en la misma casa del patrón”.
Más adelante, el Santo Padre recordó las palabras de San Basilio Magno: “¿Cómo pagaré al Señor por todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación. El salmista ha comprendido los muchísimos dones recibidos del Señor. ¿Cómo pagaré al Señor? Ni con sacrificios, ni holocaustos, sino con toda mi propia vida. Es por esto que dice: Alzaré la copa de la salvación, llamando copa al sufrimiento en el combate espiritual, resistir el pecado hasta la muerte”.
Finalmente, el Papa leyó en diversas lenguas el resumen de la catequesis al tiempo que saludó a los diversos peregrinos llegados de todas partes del mundo. Terminadas las catequesis, Benedicto XVI cantó con los miles de fieles el Padre Nuestro e impartió la Bendición Apostólica.