"Mi programa de gobierno es no hacer mi voluntad y no seguir mis propias ideas, sino ponerme junto con toda la Iglesia a escuchar la palabra y la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él", afirmó con firmeza el Papa Benedicto XVI en la homilía de la Misa de inauguración de su pontificado.
El Santo Padre cumple hoy un mes de pontificado. La imagen de personaje distante y duro con que lo bautizaron ciertos medios de comunicación ha ido cambiando, gracias a su testimonio, por la de hombre bondadoso, afectuoso y cercano.
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En este tiempo el Papa ha comenzado a trazar las líneas de su pontificado, en el que pretende seguir avanzando en la tendencia marcado por el Concilio Vaticano II: Promover la unidad de los cristianos y trabajar por la paz en el mundo. Así lo afirmó el propio Santo Padre en la primera Eucaristía que celebró como Pontífice.
Quienes le conocen bien, saben que es un hombre cercano y cariñoso. La imagen estereotipada existía porque su cargo antes de convertirse en Benedicto XVI, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, "le obligaba a ser duro con los teólogos rebeldes".
En estos primeros días, el Pontífice denunció que el hombre muchas veces puede caer en la tentación de pensar que la riqueza, el poder, la vida cómoda y el prestigio son las metas que debe alcanzar, "sin darse cuenta que la verdadera vida viene de Dios, el único que protege al hombre de todos los males".
El Santo Padre también se ha acercado a otras religiones y ha destacado el papel de los jóvenes, a quienes ama profundamente, en la Iglesia. Como muestra de ello ya anunció su presencia en la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Colonia, Alemania en algunos meses.
Definitivamente su estilo no es el de Juan Pablo II, pues tiene uno personal, lógicamente. Eso ya quedó demostrado con las dos beatificaciones del 14 de mayo, las primeras de su Pontificado. Benedicto XVI no las presidió, delegando la función al Cardenal Saraiva.
El 13 de mayo sorprendió al mundo al anunciar la apertura del proceso de beatificación de Juan Pablo II, sin esperar a los cinco años que establece el Código de Derecho Canónico y confirmó en sus puestos a todos los miembros de la Curia.
También se encargó de nombrar a su sucesor como Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, Mons. William Levada, antes Arzobispo de San Francisco en Estados Unidos.