Durante un emotivo encuentro con el clero de Roma realizado esta mañana en la Basílica de San Juan de Letrán, el Papa Benedicto XVI llamó a los sacerdotes a redescubrir a Jesucristo como la raíz de su ministerio.
Tras hacer hincapié en la necesidad de “volver siempre a la raíz de nuestro sacerdocio”, es decir, a “Jesucristo”, Benedicto XVI dijo que los sacerdotes “estamos encargados de no decir muchas palabras, sino de anunciar y llevar una sola ‘Palabra’, que es el Verbo de Dios hecho carne por nuestra salvación”.
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“Tenemos que ser realmente amigos del Señor, tener los mismos sentimientos que Él, querer lo que Él quiere y no querer lo que Él no quiere”.
El Pontífice invitó luego a los presbíteros a hacer suyas las palabras de Juan Pablo II: “La Santa Misa es en modo absoluto el centro de mi vida y de cada jornada”. Hablando de la obediencia a Cristo, recordó que “se concreta en la obediencia eclesial, que para el sacerdote es en la práctica cotidiana, sobre todo la obediencia a su obispo”.
Benedicto XVI recordó su homilía anterior al Cónclave, cuando se refirió a la “santa inquietud que debe animarnos, la inquietud de llevar a todos el don de la fe”.
Tras poner de relieve que Cristo “nos llama a ser sus testigos”, dijo que era necesario “estar con Dios”, buscar la “íntima comunión con Cristo” para “no ceder a la fatiga y resistir, es más, crecer, como personas y como sacerdotes”.
En la presencia de Dios
“El tiempo para estar en la presencia de Dios –continuó- es una verdadera prioridad pastoral, en último término, la más importante. Nos lo ha mostrado en el modo más concreto y luminoso Juan Pablo II, en todas las circunstancias de su vida y de su ministerio”.
El Santo Padre afirmó que “la respuesta personal a la llamada a la santidad es fundamental y decisiva. Esta es la condición no sólo para que nuestro apostolado personal sea fructífero, sino también para que el rostro de la Iglesia refleje la luz de Cristo”.
“Mi ministerio como Obispo de Roma se sitúa en el surco del de mis predecesores, acogiendo en particular el patrimonio precioso que nos ha dejado Juan Pablo II: caminemos por esta vía, queridos sacerdotes y diáconos, con serenidad y confianza”.
Diálogo con el clero