Al meditar en su catequesis sobre el Himno de Adoración y Laudes, el Papa se refirió al libro del Apocalipsis como aquel libro “de juicio, de salvación y sobretodo de esperanza”.
“La historia –continuó– no está en manos de potencias oscuras, a la suerte o a las meras opciones humanas. Sobre el desencadenamiento de energías del mal, sobre el irrumpir vehemente de Satanás, sobre el emerger de tantos flagelos y males, se eleva el Señor, árbitro supremo del recorrido histórico”.
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El Santo Padre destacó la voluntad de “reafirmar que Dios no es indiferente a los actos humanos, sino que penetra en ellos realizando sus ‘caminos’, es decir, sus proyectos y sus ‘obras’ eficaces”.
Refiriéndose a la intervención divina, dijo que “tiene un fin bien preciso: ser signo que invita a la conversión a todos los pueblos de la tierra. Las naciones deben aprender a ‘leer’ en la historia un mensaje de Dios. La aventura de la humanidad no está confundida y no carece de significado”.
Asimismo, afirmó que “esta aproximación de fe lleva al hombre a descubrir la potencia de Dios operante en la historia, y a abrirse de este modo al temor en el nombre de Señor”.
Y explicando el significado bíblico de temor dijo que “no coincide con el miedo, sino que es el reconocimiento del misterio de la trascendencia divina. Por ello está a la base de la fe y se encuentra con el amor: ‘El Señor tu Dios te pide que tú lo temas y que tú lo ames con todo el corazón y con toda el alma’”.
Al finalizar su catequesis hizo referencia a la procesión universal que el himno menciona, procesión de los pueblos que se presentan delante del Señor a los que “el único Señor y Salvador parece repetir con las palabras pronunciadas la última noche de su vida terrena: ‘¡Tened confianza; yo he vencido al mundo!’”.
Terminada la catequesis en lengua italiana el Papa Benedicto XVI resumió el contenido en las diversas lenguas y posteriormente saludó a los peregrinos llegados de todas partes del mundo.
Dirigió un cálido saludo al grupo del Hogar de los Niños que quieren sonreír, de Puerto Rico, y a un grupo de quinceañeras mexicanas, invitando a todos a “vivir como enviados por Cristo al mundo, con la fuerza del Espíritu Santo”.