En el marco de una espléndida mañana romana, el Papa Benedicto XVI inauguró solemnemente su pontificado en la Plaza de San Pedro, señalando que no tiene más “programa de gobierno” que cumplir con el Plan de Dios.
“En este momento no necesito presentar un programa de gobierno”; dijo el Pontífice. Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia”.
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El Papa Benedicto reflexionó sobre el sentido de los dos signos con los que marcó el de su Ministerio Petrino: el palio de lana y el anillo del pescador.
El Palio
Respecto del palio, el Pontífice destacó que es “una imagen del yugo de Cristo, que el Obispo de esta ciudad, el Siervo de los Siervos de Dios, toma sobre sus hombros”.
“El yugo de Dios –explicó- es la voluntad de Dios que nosotros acogemos. Y esta voluntad no es un peso exterior, que nos oprime y nos priva de la libertad”.
Por el contrario, “la voluntad de Dios, en vez de alejarnos de nuestra propia identidad, nos purifica, quizás a veces de manera dolorosa, y nos hace volver de este modo a nosotros mismos”.
Además, el Santo Padre explicó que la lana del palio “representa la oveja perdida, enferma o débil, que el pastor lleva a cuestas para conducirla a las aguas de la vida”.
“La humanidad, todos nosotros, es la oveja descarriada en el desierto que ya no puede encontrar la senda”.
Pero el Hijo de Dios “la pone sobre sus hombros, carga con nuestra humanidad, nos lleva a nosotros mismos, pues Él es el buen pastor, que ofrece su vida por las ovejas”, añadió el Papa.
El Pontífice explicó luego que “hay muchas formas de desierto: el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado. Existe también el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre”.
“Los desiertos exteriores –señaló- se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores”.
“El pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho él mismo cordero, se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son pisoteados y sacrificados. Precisamente así se revela Él como el verdadero pastor”, exclamó Benedicto XVI, arrancando largos y sentidos aplausos entre los centenares de miles de fieles que llenaban la Plaza San Pedro, la Plaza Pío XII y toda la Vía de la Conciliación.
La Paciencia de Dios
En un emotivo pasaje de su larga homilía el Papa señaló que “¡Cuántas veces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, derrotara el mal y creara un mundo mejor”; pero advirtió que “todas las ideologías del poder se justifican así”.
“Nosotros sufrimos por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia. El Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres”, explicó el Papa.
Luego pidió: “Rogad por mí, para que aprenda a querer cada vez más a su rebaño, a vosotros, a la Santa Iglesia, a cada uno de vosotros, tanto personal como comunitariamente. Rogad por mí, para que no huya, por miedo, ante los lobos”
El anillo
Al referirse luego al símbolo del anillo y la misión del Pescador de hombres, el Papa señaló que “los hombres vivimos alienados, en las aguas saladas del sufrimiento y de la muerte; en un mar de oscuridad, sin luz. La red del Evangelio nos rescata de las aguas de la muerte y nos lleva al resplandor de la luz de Dios, en la vida verdadera”.
Por eso, “en la misión de pescador de hombres, siguiendo a Cristo, hace falta sacar a los hombres del mar salado por todas las alienaciones y llevarlo a la tierra de la vida, a la luz de Dios. Así es, en verdad: nosotros existimos para enseñar Dios a los hombres. Y únicamente donde se ve a Dios, comienza realmente la vida. Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida”, explicó.
“¡No debemos estar tristes!”, exclamó luego el Santo Padre. “Alegrémonos por tu promesa que no defrauda y hagamos todo lo posible para recorrer el camino hacia la unidad que tú has prometido”.
que seamos un solo pastor y una sola grey> Lea la homilía completa en:
http://www.aciprensa.com/Docum/pontific05.htm