El Arzobispo Piergiorgio Silvano Nesti, sacerdote pasionista, Secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, presidió en la Basílica Vaticana la octava Misa de los novendiales en sufragio del Papa Juan Pablo II, a quien presentó como un testimonio para los consagrados del mundo “hasta el último respiro”.
El Santo Padre “en su largo, rico y articulado magisterio, nos ha precedido siempre con el ejemplo, nos ha hablado con el corazón de un padre y la sabiduría de un testimonio, nos ha dejado el más vivo testimonio de cómo se debe vivir por Cristo y por la Iglesia con una donación total hasta el último respiro”, afirmó Mons. Nesti.
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Ahora, indicó, “el Papa reposa como un grano de trigo a la espera de la resurrección final. Vive en Cristo, alfa y omega, principio y fin, centro del cosmos y de la historia. También nosotros somos testigos atónitos y gozosos de los muchos frutos ahora visibles de su vida, de su magisterio, del ejemplo de su pío tránsito, acompañado por la oración de la Iglesia, por la coral presencia de jóvenes.”
Haciendo referencia a las palabras de San Pablo en la Segunda Epístola a Timoteo, “He combatido la buena batalla, he terminado mi carrera, he conservado la fe”, dijo que “me gusta pensar que estos versos han acompañado los últimos días del amado Santo Padre al fin de una batalla valerosa por la verdad del Evangelio, de una múltiple carrera de peregrino evangélico por anunciar a Cristo a todos, de una vida vivida por una existencia luminosa por confirmar a los hermanos y a las hermanas en la fe, y ahora lo pensamos en el momento de recibir la corona de la justicia junto a todos aquellos que durante su vida han esperado con las lámparas encendidas y con amor la manifestación del Señor.”
También recordó que “hemos perdido en este mundo nuestra vida para conservarla en la vida verdadera, aquella eterna, donde nos presiden con Cristo María Santísima y con ella, Peregrina de la Fe Nuestra Madre Espiritual, todos los santos y entre ellos gustamos de pensar en nuestro amado padre Juan Pablo II”.
Citando el cariño y afecto que tuvo el Santo Padre por los religiosos recordó que “la vida consagrada es don precioso y necesario para el presente y para el futuro del Pueblo de Dios, porque pertenece íntimamente a su vida, a su santidad, a su misión. El Papa ha amado tanto a los consagrados y consagradas. La Iglesia y la sociedad tienen la necesidad de personas que sean capaces de dedicarse totalmente a Dios en la sobreabundancia de la gratuidad.”
Asimismo, resaltó la importancia de los consejos evangélicos. El Papa “ha querido de la vida consagrada una fidelidad total a Cristo y a la Iglesia para ser un testimonio fuerte, visible y creíble de la presencia del Evangelio de Cristo en el mundo de hoy”.
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