En la Misa por el sexto día de los novendiales, el Arzobispo Leonardo Sandri, Sustituto de la Secretaría de Estado Vaticano –que reemplazó al Papa Juan Pablo II en la lectura de sus reflexiones públicas durante sus últimas semanas– indicó que ahora a la Curia Romana le corresponde custodiar y hacer fructificar el legado del Santo Padre.
Dirigiéndose a los miembros de la Curia Romana en la Basílica de San Pedro, afirmó que “nos espera la labor de custodiar y hacer fructificar aquello que este Papa extraordinario ha dado en el curso de su vida, hasta el momento de la muerte, a la Iglesia y al mundo entero”.
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Durante su homilía, Mons. Sandri, destacó los acentos de la vida y enseñanzas de Juan Pablo II, y precisó que la Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte traza “las líneas guías para el inicio del tercer milenio cristiano”.
Asimismo, recordó que para Juan Pablo II el Concilio Vaticano II fue la “segura brújula para orientar el camino de la Iglesia en el nuevo milenio". Con el año del Rosario puso "en evidencia la importancia de la devoción a la Virgen María”; y en Ecclesia de Eucharistia expresó “el secreto de su total dedicación a Cristo, al Evangelio y a la Iglesia”.
En este sentido, dijo que cada día desde el 2 de noviembre de 1946, cuando celebró su primera Misa en la cripta de San Leonardo en la Catedral de Cracovia, Juan Pablo II mantuvo sus ojos en la hostia y el cáliz. “He reconocido en el pan y el vino al divino viandante que abrió los ojos a la luz y el corazón a la esperanza a los discípulos en el camino de Emaús”, decía el difunto Pontífice.
“Cómo no ver en su muerte que coincidió con la pascua del año de la Eucaristía un misterioso reclamo a la intensidad con que Juan Pablo II ha participado en el sacrificio de Cristo. Cada día por más de 50 años él ha pronunciado las palabras de la consagración: Éste es mi cuerpo ofrecido en sacrificio por vosotros”, indicó.
Según Mons. Sandri, el Santo Padre “ha consumado el don total de sí mismo. Ha sido como si continuamente hubiese renovado el Totus tuus ego sum por las manos de la Madre de su Maestro”.
Mons. Sandri recordó el amor del Papa por la Eucaristía. “Antes de tomar decisiones importantes se quedaba por largo tiempo ante el Santísimo Sacramento llevando consigo los dossiers a examinar y tomándose un tiempo de reflexión y oración delante del tabernáculo. Cada elección salía de la sola búsqueda de la voluntad de Dios para el verdadero bien de la Iglesia.”
También resaltó en la vida del Santo Padre su “simplicidad y pobreza. Humildad y simplicidad, el sentido de renuncia y la total disponibilidad con las que se abandonaba en las manos de Dios. El ejemplo de simplicidad, renuncia, servicio fiel y desinteresado en la viña del Señor, de constante disponibilidad y dócil adhesión a la voluntad de Dios.”
“Estamos seguros de que Juan Pablo II, para quien en los inescrutables misterios divinos ha llegado la hora de bajar las velas, está ahora recibiendo la corona del premio celeste por Cristo mismo”, agregó.
su sabiduría y su profunda humanidad