El mundo entero siguió de cerca los funerales del Papa Juan Pablo II, en el que constituyó para muchos el evento más impresionante de la historia reciente por las masivas expresiones de afecto, respeto y cercanía.
En Japón, el príncipe Naruhito asistió a una Misa celebrada en la Catedral de Santa María, ubicada en Tokio, junto con otros mil 500 católicos, diplomáticos y funcionarios del gobierno japonés. Como gesto de respeto hizo una profunda venia delante de una fotografía del fallecido Pontífice y depositó un ramo de flores blancas.
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Por su parte, miles de filipinos pudieron observar la Misa de exequias celebrada en Roma desde el mismo parque de Manila en el que hace diez años el Santo Padre se dirigió a cuatro millones de personas.
A pesar del apagón oficial durante la ceremonia en el Vaticano, los católicos en Beijing, China, celebraron una Misa de exequias por el Pontífice.
Muchos musulmanes en Egipto, israelitas e iraníes no tomaron en cuenta las prohibiciones de las antenas parabólicas y las utilizaron para poder seguir minuto a minuto los funerales del Papa. “Este es un evento histórico, quiero ser parte del mundo y observarlo”, señaló una ciudadana chiíta en Teherán.
De otro lado, en las iglesias católicas de Singapur se pudo escuchar el tañido de las campanas marcando el inicio del funeral; mientras que en Malasia se celebró una Misa por el querido Juan Pablo II.
En Nueva York, las luces del Empire State –que suelen utilizarse para marcar eventos importantes– bajaron su intensidad a las 9:37 p.m. (la misma hora del fallecimiento del Papa) como tributo en la víspera del funeral.
En África también se realizaron una serie de eventos en memoria del Santo Padre, como en Kenya donde el Arzobispo Ndingi Mwana a'Nzeki dirigió a miles de personas que plantaron árboles y oraron por el alma de Juan Pablo II, en la capita, Nairobi.
Incluso en Sri Lanka –país mayoritariamente musulmán– una cadena de televisión local interrumpió su programación para transmitir los funerales del Santo Padre en vivo, luego de cientos de pedidos telefónicos.
En París, unos siete mil quinientos fieles acudieron a la Catedral de Notre Dame y la Basílica del Sagrado Corazón para observar en vivo los funerales del Papa Juan Pablo II.
De otro lado, en Madrid, España, miles de personas adornaron sus balcones con la bandera vaticana (amarilla y blanca) y un lazo negro como señal de luto.
Mientras tanto, en la tierra natal del Santo Padre, Polonia, unas 800 mil personas se reunieron en Cracovia para despedirlo; en Varsovia se oyeron sirenas durante tres minutos marcando el comienzo de los funerales; y en Wadowice, unas 15 mil personas se reunieron en la plaza frente a la basílica de Santa María en donde fue bautizado. Además este viernes se declaró no laborable en todo el país para que los 38 millones de polacos pudiesen acompañar los funerales del hijo más querido y sin duda el más recordado de Polonia.
En Oceanía también se unieron para darle el último adiós al primer Papa polaco de la historia. En Adelaida, Australia, unas 14 mil personas acudieron a la Misa de exequias por el alma del Pontífice.
Los mexicanos demostraron nuevamente su gran amor al Papa amigo al reunirse en la Basílica de Guadalupe para rezar y acompañar a Juan Pablo II. “Es casi como si estuviera en Roma” indicó una profesora de primaria que asistió a una de las Misas por el Papa en la mencionada basílica. De igual manera, cientos de Misas se celebraron en el país azteca por el alma del Pontífice.
En Fátima, Portugal, la conmemoración estuvo marcada por los niños. En una Eucaristía que siguió a las exequias del Pontífice en Roma, decenas de niños del colegio externo de Sao Domingos, de la propia localidad de Fátima, en el centro del país, se reunieron en la Capilla de las Apariciones del santuario y a ellos se dirigió el Obispo de Beja, Mons. Antonio Vitaliano, que ofició la liturgia.
Mons. Vitaliano recordó la importancia que el desaparecido Papa atribuyó a los niños durante su pontificado y recordó sus últimas palabras conocidas, dirigidas a los jóvenes que rezaban en la Plaza de San Pedro durante su agonía.