El testamento del Papa Juan Pablo II revelado hoy por la Santa Sede, confirma que el Pontífice no habría tenido la intención de renunciar a su ministerio pues aun cuando, según el testamento, el Santo Padre se plantea en el 2000 "si no llegó el momento de repetir las palabras bíblicas de Simeón 'Nunc Dimittis', éste cuestionamiento aludiría a la muerte y no a una renuncia, pues estaba convencido de que el Señor le diría "hasta cuándo debía continuar ".

Sin embargo, la profundidad de este texto va más allá de este tema y destaca algunos rasgos de este Pontificado como su amor por María, su deuda al Concilio Vaticano II, su percepción de la situación del mundo y la Iglesia en la historia, entre otros.

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El testamento de 15 folios, escrito originalmente en polaco y publicado también en italiano, fue redactado de modo progresivo por el Papa en el transcurso de su ministerio iniciado en 1979, aprovechando los ejercicios espirituales en los que participaba anualmente. En aquellas ocasiones el Papa se dedicaba a revisar, corregir y reformular sus anotaciones precedentes.

Totus tuus

El amor y confianza filial del Papa por la Virgen María se hacen presentes en varios momentos del testamento. El texto revela que Juan Pablo II, desde el inicio de su Pontificado, tuvo presente el momento de su muerte, que ponía en manos de María: “No sé cuando sucederá, pero como todo, también en este momento me pongo en las manos de la Madre de mi Maestro: Totus Tuus”, escribió en marzo de 1979.

En aquella misma oportunidad puso en sus maternales manos a toda la humanidad, agradeció y pidió perdón, confiándose a la oración de todos: “En las mismas manos maternas dejo todo y a todos aquellos con los que me ha relacionado mi vida y mi vocación. En estas Manos dejo sobre todo a la Iglesia, y también a mi Nación y a toda la humanidad. Agradezco a todos. A todos pido perdón. Pido también la oración, para que la Misericordia de Dios se muestre más grande que mi debilidad e indignidad”.

Un año más tarde, en 1980, volvió a confiarse a María: “Deseo aún una vez más confiarme totalmente a la gracia del Señor. Él mismo decidirá cuando y como debo terminar mi vida terrena y el ministerio pastoral. En la vida y en la muerte Totus tuus mediante la Inmaculada. Aceptando desde ahora esta muerte, espero que el Cristo me de la gracia para el último pasaje, es decir (mi) Pascua".

En el documento, Juan Pablo II afirma no dejar tras de sí ninguna propiedad material suya de la que sea necesario disponer. Asimismo, pide que sus “apuntes personales sean quemados”, encargo que confía a su secretario personal, Mons. Stanislao Dziwisz, “a quien agradezco por su colaboración y la ayuda tan prolongada por los años y tan compresiva”.

La misma confianza en María la reitera el Papa en 1982 al aludir al atentado criminal que sufrió en mayo de 1981. “Aún más profundamente siento que me encuentro totalmente en las Manos de Dios y permanezco continuamente a disposición de mi Señor, confiándome a Él en Su Inmaculada Madre (Totus Tuus)”, escribió.

Exequias y Funerales

Sobre sus funerales, el Santo Padre indicó en 1979 su deseo de repetir “las mismas disposiciones”, que dio Pablo VI, es decir “el sepulcro en la tierra, no en un sarcófago”.

Tras indicar en esa misma ocasión que el lugar de su funeral fuera decidido por “el Colegio Cardenalicio y los compatriotas” (en 1982 precisó referirse al arzobispo metropolitano de Cracovia o el Consejo General del Episcopado de Polonia), en marzo de 1985 el Santo Padre se rectificó aclarando que el Colegio no tenía “obligación alguna de consultar sobre este argumento a ‘los compatriotas’”, pero que podría hacerlo “si, por algún motivo, lo considera justo”.

Período de persecución para la Iglesia

En 1980 Juan Pablo II constataba la dificultad de los tiempos para el mundo y la Iglesia. “Los tiempos, en los que vivimos, son indeciblemente difíciles e inquietos. Difícil y dura se ha tornado también el camino de la Iglesia, prueba característica de estos tiempos”, constataba.

En aquella misma ocasión veía que en algunos países “la Iglesia se encuentra en un período de persecución tal, que no es inferior a aquellos de los primeros siglos, es más, los supera por el grado de despiadad y odio. Sanguis martyrum, semen christianorum. Y además de esto, tantas personas desaparecen inocentemente, también en este País en el que vivimos...”

Guerra fría

En el 2000 señaló que “desde el otoño del año 1989 esta situación ha cambiado. El último decenio del siglo pasado ha estado libre de las precedentes tensiones; esto no significa que no haya portado consigo nuevos problemas y dificultades. En modo particular sea alabada la Providencia Divina por esto, que el periodo de la así llamada 'guerra fría' ha terminado sin el violento conflicto nuclear, cuyo peligro pesaba sobre el mundo en el período precedente”.

Deudor agradecido del Vaticano II

“Estando en el umbral del tercer milenio” y después de 35 años de su clausura, el Papa agradece al Espíritu Santo por el “gran don” del Concilio Vaticano II, “al que junto con la entera Iglesia –y sobre todo con el entero episcopado– me siento deudor”.

“Estoy convencido que aún por largo tiempo será dado a las nuevas generaciones descubrir las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha dejado. Como obispo que ha participado al evento conciliar desde el primer hasta el último día, deseo confiar este gran patrimonio a todos aquellos que son y serán los futuros llamados a realizarlo. Por mi parte agradezco al eterno Pastor que me ha permitido servir a esta grandísima causa en el curso de todos los años de mi pontificado”, redactó en el 2000.

Polonia

En sus anotaciones del 2000, “en la medida en que se acerca el límite de mi vida”, Juan Pablo II recordó su país natal, familiares y compañeros. “Regreso con la memoria al inicio, a mis Padres, al Hermano y a la Hermana (que no he conocido, porque murió antes de mi nacimiento), a la parroquia de Wadowice, donde he sido bautizado, a aquella ciudad de mi amor, a los coetáneos, compañeros y compañeras de la escuela elemental, del gimnasio, de la universidad, hasta los tiempos de la ocupación, cuando trabajé como obrero”.

Tras evocar también a Cracovia y Roma, el Papa se refirió “a las personas que en modo especial me han sido confiadas en el Señor”.

“A todos quiero decir una sola cosa: ‘Dios os recompense’. ‘In manus Tuas, Domine, commendo spiritum meum’” (En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu), concluyó.