Las decenas de miles de fieles que el lunes pudieron ver los restos del Papa Juan Pablo II, después de esperar entre cinco y ocho horas, se consideran ahora afortunados al saber que el millón de peregrinos que el martes y el miércoles desean darle el último adiós al Pontífice deben esperar más de diez horas.
La larga fila de fieles, de más de 40 personas de ancho, avanza por la vía de la Conciliación, gira en la Vía Traspontina y luego regresa por una popular calle romana, el Borgo Pío, prácticamente hasta llegar nuevamente al Vaticano.
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Sin embargo, a pesar del cambio de clima –caluroso a mediodía y muy frío por la madrugada– y la larga espera, la prensa italiana ha comenzado a hablar del “milagro de las diez horas”, porque según informes tanto de la Policía, como de los voluntarios del Auxilio Civil y los Bomberos, los episodios de accidentes o desmayos son sorprendentemente pocos. “Se trata de una multitud paciente, alegre, orante y recogida como no se ha visto en mucho tiempo”, dijo una fuente de los Bomberos de Roma.
“Hay familias con niños pequeños incluso en cochecitos, ancianos y todos esperan con paciencia, con episodios mínimos de desmayo,” dijo la fuente.
Según un informe de la Policía, una joven del sur de Italia, luego de esperar once horas, se desmayó a punto de llegar al Altar de la Confesión, donde se encuentran los restos del Pontífice. La muchacha rechazó la ayuda de los bomberos, que pensaban retirarla del local, para poder ver al Papa.
Según el diario La Stampa, los vecinos del Borgo Pío, romanos tradicionales que suelen quejarse de la “insufrible” presencia de turistas en su calle; esta vez se han sumado a los voluntarios para ofrecer agua, coberturas y alimentos –además de más de una palabra de aliento– a los peregrinos que ahora colman la calle casi de lado a lado, haciendo difícil la circulación.