Sin que medie alguna situación extraordinaria, pasados 15 días desde que la Sede Apostólica quede vacante por la partida del Papa Juan Pablo II a la Casa del Padre este sábado 2 de abril, y tras nueve días continuos de celebraciones exequiales en sufragio de su alma, los Cardenales electores de la Iglesia se reunirán en Cónclave para elegir al 265° sucesor del apóstol San Pedro.

Según indica la Constitución Universi Dominici Gregis, tras comprobar oficialmente la muerte de Juan Pablo II, el Cardenal Camarlengo, el español Eduardo Martínez Somalo, habría dado la noticia al Decano del Colegio Cardenalicio, Joseph Ratzinger, quien a su vez, tiene la responsabilidad de informar y convocar a Cónclave a todos los Cardenales. Asimismo, debe informar del fallecimiento del Papa a los Jefes de Estado y miembros del Cuerpo Diplomático acreditados ante la Santa Sede.

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De los 184 Cardenales –uno de los cuales es “in pectore”, es decir, cuya identidad no ha sido hecha pública por el Papa–, solo 117 tienen derecho a elegir al sucesor de Juan Pablo II al tener menos de 80 años de edad.

Los Purpurados se alojarán en el Vaticano, en la Casa Santa Marta –diseñada y construida por iniciativa de Juan Pablo II en 1996– desde donde se desplazarán diariamente a la tradicional Capilla Sixtina para sus sesiones electorales.

Además de los cardenales electores, indica el mismo documento firmado por Juan Pablo II en febrero de 1996, podrán asistir al Cónclave el Secretario del Colegio Cardenalicio, el Purpurado argentino Jorge Mejía, que actuará de Secretario de la asamblea electiva, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, el Arzobispo Piero Marini, un eclesiástico elegido por el Decano del Colegio, el Cardenal Joseph Ratzinger, además de algunos pocos eclesiásticos y personal sanitario y de servicio.

Las votaciones

A diferencia de anteriores legislaciones, en las que se contemplaba la posibilidad de elegir a los Pontífices bajo las modalidades de aclamación, compromiso o escrutinio, la “Universi Dominici Gregis” limita las posibilidades a solo el escrutinio, con voto individual y secreto.

Durante el primer día de Cónclave, después de que en la mañana se celebre la Misa votiva “Pro eligendo Papa” en la Basílica de San Pedro, en el transcurso de la tarde los cardenales se dirigirán a la Capilla Sixtina para prestar solemne juramento. Inmediatamente después se llevará a cabo la primera votación.

El documento pontificio indica la realización de dos votaciones cada día hasta que alguno de los candidatos obtenga al menos dos tercios de los votos.

“¡Habemus Papam!”

La señal que indicará que la Iglesia ya tiene un nuevo Vicario de Cristo será el humo blanco que se verá salir de una chimenea ubicada en las instalaciones vaticanas.

Una vez que el Cardenal Decano haya recibido del elegido su aceptación de la elección y haya expresado el nombre con el que será conocido a partir de ese momento, el nuevo Papa tendrá la plena y suprema potestad en la Iglesia.

Tras el homenaje y el acto de obediencia de todos los Cardenales al Vicario de Cristo, el Cardenal Protodiácono, el chileno Jorge Medina Estevez, anunciará desde uno de los balcones de la basílica vaticana la misma frase que resonó por última vez en Roma y el mundo entero el 16 de octubre de 1978: “Nuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam!”.