La profesora Mary Ann Glendon, Presidenta de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, dijo ayer ante la Comisión del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas sobre la condición femenina, que el mundo debe prestar atención a las necesidades reales de las mujeres y no a grupos de presión.
Al hablar como Presidenta de la Delegación de la Santa Sede para el seguimiento de la 4º Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing en 1995, la Dra. Glendon señaló que a pesar de los logros conseguidos, muchas mujeres “padecen nuevas formas de pobreza” y “nuevas amenazas a la vida y la dignidad humana”.
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La Plataforma de Beijing, observó Glendon, “proclamó que ‘la clave para que las mujeres y sus familias salgan de la pobreza’ es la educación”. “La Santa Sede –agregó–, que desde hace tiempo se dedica a la educación de las mujeres y las niñas, nota con preocupación que los progresos en este frente han sido lentos”.
“En su declaración final en la Conferencia de Beijing –continuó la Profesora–, la Santa Sede expresó el temor de que la parte de los documentos de Beijing dedicados a las mujeres pobres pasasen a ser promesas vacías; a menos que estuvieran respaldadas por programas concretos y compromisos económicos. Hoy, en vista de las crecientes disparidades de riqueza y oportunidades, nos vemos obligados a manifestar de nuevo esa preocupación”.
"La humanidad cuenta con medios para combatir el hambre y la pobreza", afirmó. Sin embargo, agregó, como observa Juan Pablo II, “hace falta una vasta movilización moral de la opinión pública, especialmente en esos países que disfrutan de un nivel de vida adecuado o incluso próspero”.
“El problema de armonizar las aspiraciones de las mujeres a una participación más completa en la vida económica y social con su papel en la vida familiar –concluyó– es algo que ellas son perfectamente capaces de resolver por sí solas. Pero el problema no se resolverá sin determinados e importantes cambios en la sociedad.