En su última columna publicada en el Denver Catholic Register, el Arzobispo de Denver, Mons. Charles Chaput, explica la "mala teología" de la película Million Dollar Baby –que ganó varios premios Oscar– y señaló que Dios “espera el compromiso de su nación por la defensa de la vida y que nos acerquemos a Él en este tiempo de Cuaresma”.
El Prelado explica la trama de la película y recuerda que el personaje de Eastwood es un entrenador de boxeo, católico, irlandés, que va a Misa todos los días y carga con varios pecados que lo atormentan. Narra cómo la boxeadora, tutelada por Eastwood, pierde por knock out una pelea y queda paralítica. A partir de ese momento debe vivir conectada a un respirador. Aquí, menciona Mons. Chaput, es donde el film toma un giro equivocado. La boxeadora le pide a Eastwood que le ayude a morir y aunque el personaje de Eastwood tiene reparos y recibe el consejo de un sacerdote amigo que le pide no hacerlo, finalmente desconecta el respirador.
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El Prelado señala que “al igualar la muerte con la compasión, (Eastwood) deja a sus personajes sumidos en la desesperanza. Hace que un acto profundamente malo termine pareciendo noble. La tragedia en esta película es que pudo haber sido algo bueno e interesante, pero con el final planteado no lo es”.
Mons. Chaput hace caer en la cuenta a los lectores que el sentido de la reflexión en torno a esta película tiene dos razones. En primer lugar, “la confusión moral en la que vivimos exige que los cristianos volvamos a evangelizar la cultura en la que estamos. Dios depende de nuestra opción, pero cuando nuestros medios muestran que un asesinato es ‘realizado por amor’, entonces es claro que existe algo fundamentalmente errado en el rumbo y en la conciencia de nuestra nación”.
El Arzobispo explica que la segunda razón tiene que ver con la Cuaresma, ya que en este tiempo “Dios nos invita a profundizar nuestra relación con Él. Y tenemos los medios para hacerlo: la oración, el ayuno, los actos de misericordia y el sacramento de la Reconciliación. De alguna manera, el personaje de Eastwood sumido en la desesperanza nos recuerda a nosotros mismos: cargados de pecados pasados que no podemos desaparecer, buscando ansiosamente el perdón y la curación, pero incapaces –o muchas veces sin la voluntad– de ponernos en las manos bondadosas de Dios”.
El Prelado recuerda que la Cuaresma es un peregrinaje hacia la Pascua y la vida en abundancia. Señala que “Jesús vino a salvarnos, vino a mostrarnos que nuestras vidas valen la pena, quiso que sepamos que Dios nos ama a pesar de todos nuestros pecados sin importar la gravedad de estos. También nos quiere mostrar que la muerte –que es decidida sólo por la soberanía divina– no es nunca el final de nuestra existencia”.