En un mensaje dirigido al presidente de la Conferencia Episcopal Francesa (CEF) y Arzobispo de Burdeos, Mons. Jean-Pierre Ricard, el Papa Juan Pablo II aseguró que “el principio de laicidad, correctamente entendido, pertenece también a la Doctrina Social de la Iglesia”.
Este principio, agregó, “recuerda la necesidad de una justa separación de poderes en la que resuena la invitación de Cristo a sus discípulos: 'Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios'. La Iglesia no tiene vocación de administrar lo temporal pero al mismo tiempo es necesario que todos trabajen en pro del interés general y del bien común”, añadió el Pontífice.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
En su carta –escrita a la luz del centenario de la promulgación de la ley de separación entre la Iglesia y el estado francés–, el Papa explicó que “el Cristianismo ha jugado y juega todavía un papel importante en la sociedad francesa, tanto en el ámbito político, como filosófico, artístico o literario”; y agregó que “no se puede olvidar el lugar fundamental de los valores cristianos en la construcción de Europa y en la vida de los pueblos del continente. El cristianismo ha modelado en gran parte el rostro de Europa y toca a los hombres y mujeres de nuestros días edificar la sociedad europea sobre los valores que han presidido su nacimiento y que son parte de su riqueza”.
Asimismo, se refirió a las relaciones entre la Iglesia y las autoridades civiles francesas y pidió que “los valores religiosos, morales y espirituales que son parte del patrimonio de Francia, que han modelado su identidad y forjado generaciones desde los primeros siglos del cristianismo, no caigan en el olvido”.
El Santo Padre recordó que “la ley de separación de 1905 que denunciaba el Concordato de 1804 fue un acontecimiento doloroso y traumático para la Iglesia en Francia, ya que regulaba la forma de vivir francesa según el principio de laicidad y relegaba al mismo tiempo el hecho religioso a la esfera privada sin reconocer ni a la vida religiosa ni a la institución eclesial un lugar en el seno de la sociedad”.
“Sin embargo, desde 1920 el gobierno francés ha reconocido de alguna forma el lugar del hecho religioso en la vida social”, afirmó el Papa y agregó que a lo largo del siglo pasado se estableció el diálogo entre Iglesia y Estado, se instauraron relaciones diplomáticas y se firmó un acuerdo en 1924, permitiendo así “la superación de diversas dificultades”.
“Francia tiene que regocijarse de contar con hombres y mujeres que se basan en el Evangelio para servir a sus hermanos en la humanidad y difundir armonía, paz, justicia, solidaridad y buen entendimiento entre todos”, continuó.
Asimismo, el Santo Padre se refirió a “la crisis de valores y la falta de esperanza que se difunde en Francia y en general en todo Occidente” y que “forma parte de la crisis de identidad que atraviesan las sociedades modernas actuales”.
“La Iglesia –subrayó el Pontífice– se interroga sobre esa situación y desea que los valores religiosos, morales y espirituales que son parte del patrimonio de Francia, que han modelado su identidad y forjado generaciones desde los primeros siglos del cristianismo, no caigan en el olvido”.
El Papa exhortó a los fieles franceses a “apoyarse en su vida espiritual y eclesial para conseguir la fuerza de participar en la vida pública” e instó a la colaboración y no al antagonismo entre el ámbito religioso y el civil. “En razón de vuestra misión estáis llamados a intervenir con regularidad en el debate público sobre los grandes temas de la sociedad”, afirmó el Papa a los obispos.
“Sé que estáis muy atentos a la presencia de la Iglesia en los lugares donde se plantean los interrogantes grandes y terribles del sentido de la existencia humana”, especialmente en los hospitales y escuelas. “El Estado debe garantizar a las familias que lo deseen la posibilidad de que sus hijos reciban la catequesis necesaria”, resaltó.
Que nadie tenga miedo del testimonio religioso