El Arzobispo Primado de México, Cardenal Norberto Rivera Carrera, afirmó que el cristiano está llamado a buscar la felicidad completa “que comienza aquí y que alcanza su plenitud en el encuentro final con Dios”.
Durante una homilía pronunciada en la Catedral Metropolitana, el Purpurado señaló que muy pocos saben qué es la felicidad y cómo se logra. Indicó que ésta “no se puede comprar” y muchas personas no le encuentran sentido a sus vidas porque ponen como base el dinero, el placer y el poder, e incluso caen en el error de buscar prácticas ocultistas y gurús “que les aseguran caminos de luz y felicidad”.
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El Cardenal Rivera explicó que uno de los mejores indicadores para ver si una persona comprende “el difícil arte de saber vivir”, es la felicidad interior.
Recordó que “la vida está sembrada de problemas y conflictos”. Sin embargo, la sociedad actual “nos programa para buscar la felicidad por caminos equivocados”, que nos llevan “a vivir de manera desdichada”.
Por ello, refiriéndose a las Bienaventuranzas, dijo que éstas “nos invitan a preguntarnos si tenemos la vida bien planeada o no, eliminando “programaciones equivocadas”.
El Arzobispo de México aclaró que es “mentira que el cristiano está llamado a vivir renunciando y a sacrificarse por sacrificarse, que debe resignarse a una vida más infeliz que otros”. Señaló que a lo que sí está llamado es “a vivir con un corazón más sencillo, con más limpieza interior, sin tanto afán y angustia por acumular” y a estar “más atento a los que sufren”, confiando que Dios que “me ama de manera incondicional”.
Los pobres y limpios de corazón
En su homilía, el Cardenal Rivera señaló también que “en la cúspide de las Bienaventuranzas”, están los “pobres de espíritu”, los “humildes” y “limpios de corazón”; y que éstas (las bienaventuranzas) no están dirigidas a quienes se aferran “a la fuerza de su prestigio, a la seguridad de su dinero o a los escaños de poder que ejercen”.
Explicó que la pobreza y las Bienaventuranzas “no pueden ser consideradas como un conjunto de leyes o normas”, sino como aquello que expresa “ante todo y sobre todo la prioridad de la Gracia de Dios que ha elegido a los pobres para realizar su designio salvífico”.
El Arzobispo aclaró que la pobreza material “no es querida por Dios”. Además, Cristo “no proclama ‘dichosos’ a los pobres por el hecho de ser ‘pobres’, ni menos señala la pobreza como un ideal de vida”.
Indicó que más bien, la bienaventuranza para los pobres “es que Dios los ama, está cerca de ellos” y los invita a hacer presente el Reino con criterios distintos a los del mundo, que “los considera malditos y desgraciados” y que busca suprimir a los desvalidos desde el seno materno “o cuando ya no son productivos”.
El Purpurado afirmó que el “cristiano aprecia la vida”, está a favor de ella y debe saber vivirla. Explicó que “un seguidor de Jesús no puede caer en el pesimismo”, sino que debe tener la certeza de que la cruz que carga lo llevará finalmente a la resurrección y la gloria.