La Comisión Histórica de la Congregación para la Causa de los Santos aprobó recientemente “por unanimidad” la tesis del proceso de beatificación de Fray Mamerto Esquiú, cerrando así la fase diocesana de su camino a los altares.
La Santa Sede aprobó la “positio” o “tesis” histórica del religioso en la que se recopila toda la información pertinente para el reconocimiento de las virtudes heroicas. Luego de aprobar esta instancia, el próximo paso será el reconocimiento de las virtudes "teologales" fe, esperanza y caridad, y las "cardinales" prudencia, justicia, templanza y fortaleza, que darían al religioso la calidad de "venerable".
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Luego deberá reconocerse un milagro por intercesión del "orador de la Constitución" para ser beatificado.
La beatificación es una declaración, hecha por el Papa, de que un difunto vivió una vida de santidad y/o tuvo muerte de mártir. La canonización suele ser el segundo paso en el proceso oficial de la causa de los santos.
Las personas beatificadas pueden ser veneradas por los creyentes de las iglesias particulares, mientras que la veneración universal está reservada para los santos canonizados.
Su vida
Mamerto de la Ascensión Esquiú nació el 11 de mayo de 1826. Ingresó al noviciado del convento franciscano de Catamarca y celebró su primera Misa el 15 de mayo de 1849.
Predicó en 1853 el famoso sermón de la Constitución, donde pidió concordia y unión para los argentinos, alcanzando trascendencia nacional, por lo que le propusieron numerosos cargos públicos.
Esquiú murió el 10 de enero de 1883 en la localidad catamarqueña de El Suncho. Mientras sus restos mortales descansan en la catedral de Córdoba, el corazón "incorrupto" del religioso permanece en el convento franciscano de Catamarca.
Se le atribuye el milagro relacionado con un hombre que, luego de perder la vista, la recuperó al invocar su intercesión.
Si bien Argentina ya tiene a Héctor Valdivieso Sáenz como santo autóctono, aunque su martirio se haya producido en España, el Episcopado auspicia las causas del Padre Brochero, Ceferino Namuncurá y Mamerto Esquiú, que nacieron, desempeñaron su tarea pastoral y murieron en el país.