Al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de la República del Perú, Pablo Morán Val, el Papa Juan Pablo II exhortó a la nación a trabajar por los desheredados, a la vez que pidió que la defensa de la vida humana no quede fuera de los planes de los gobernantes.
El Pontífice la tradición religiosa de “una Nación cuya Constitución comienza invocando a Dios todopoderoso y reconoce el estrecho vínculo de colaboración del Estado con la Iglesia”.
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“La vida religiosa en Perú, animada por la acción de los Obispos y los sacerdotes, sus colaboradores, concretada en las diversas comunidades y movimientos, en los centros de culto, asistenciales, educativos y de promoción humana y social, es un signo muy claro de cómo la vitalidad de la fe puede seguir sosteniendo los esfuerzos denodados de un noble pueblo que se afana en el progreso sin dejar de lado las raíces auténticas de su identidad cristiana”, dijo el Pontífice.
El Papa señaló luego que “la fe católica, profesada por la gran mayoría de la población en su País, suscita, por su propio dinamismo, una conducta individual y social de largas miras, favoreciendo, cuando no hay separación entre fe y vida, una existencia sin incoherencias ni fracturas, dejando de lado la tentación del recurso a la violencia, el egoísmo o la corrupción, pues la Iglesia, fiel a su misión, ofrece sus orientaciones para afrontar los desafíos éticos contemporáneos”.
Respecto de la situación por la que atraviesa el país andino, el Santo Padre recordó que “si bien es importante defender los valores cívicos, no se debe olvidar que éstos serán más respetados cuando se basan en los valores éticos y morales de la honestidad, la solidaridad efectiva, de modo que se puedan corregir las injustas desigualdades sociales y los individualismos personales y sociales que dificultan la realización plena del bien común”.
El Papa también señaló que “la satisfacción de las necesidades básicas de los más desheredados y excluidos debe considerarse una prioridad fundamental, ya que las aceleradas transformaciones de la economía internacional han colocado a muchos de ellos en una situación casi desesperada”.
Juan Pablo II señaló también que “es de desear que no queden fuera de las medidas del Gobierno la defensa de la vida humana y la institución familiar, hoy tan amenazada en tantas partes por un concepto equivocado de modernidad o de libertad, pues la familia, configurada según el orden natural establecido por el Creador, es la base insustituible del desarrollo armónico de una nación”.
Palabras a los emigrantes
El Pontífice tuvo luego sentidas palabras de aliento “a la numerosa comunidad peruana que ha emigrando a otros países, y cuya presencia en Europa es notable. La lejanía de la patria se debe, en la mayor parte de los casos, al deseo de encontrar mejores condiciones de vida”. “Sin embargo –agregó-, deben sentirse comprometidos a aportar soluciones para el País que les vio nacer y que hoy les sigue considerando sus hijos a pesar de la distancia”.
un hombre latinoamericano y peruano más recio en su fe