Durante el Simposio sobre libertad religiosa organizada por la Embajada de los Estados Unidos en la Santa Sede, el Arzobispo Giovanni Lajolo, Secretario para las Relaciones con los Estados, señaló que la diplomacia vaticana no se mueve por cálculos políticos, sino por la promoción de la dignidad humana.
En su conferencia dedicada al tema de “La Santa Sede y los retos contemporáneos de la libertad religiosa”, Mons. Lajolo recordó que el Simposio, que se realiza en la Pontificia Universidad Gregoriana, “está dedicado al tema de la libertad religiosa como la piedra angular de la dignidad humana”, y expuso algunas consideraciones desde el punto de vista de la actividad diplomática de la Santa Sede explicando “la contribución de la Santa Sede para el reconocimiento de ese derecho por parte de los Estados y sobre todo por parte de la comunidad internacional”.
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“Considerando la importancia de la libertad religiosa para la vida misma de la Iglesia y de sus fieles –dijo- es obvio que la diplomacia vaticana deba ocuparse activamente”.
“La diplomacia de la Santa Sede, efectivamente –continuó Mons. Lajolo-, no determina sus prioridades sobre la base de intereses económicos o políticos, ni tiene ambiciones geopolíticas: sus prioridades ‘estratégicas’ son en primer lugar garantizar y promover las condiciones favorables para el ejercicio de la misión propia de la Iglesia en cuanto tal, y para la vida de fe de los creyentes”.
Refiriéndose posteriormente a la diplomacia de “concordatos” de la Santa Sede, el Arzobispo explicó que se inspiran en algunos criterios fundamentales como “garantizar la libertad de culto, de jurisdicción y de asociación de la Iglesia Católica” y abrir “espacios de cooperación entre la Iglesia Católica y las autoridades civiles, especialmente en dos campos: la educación y la caridad”.
“Desde 1965 hasta hoy se han firmado no menos de 115 concordatos”, reveló el Prelado.
Mons. Lajolo habló también de la libertad religiosa en la diplomacia de la Santa Sede ante las Naciones Unidas y en el marco de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), y concluyó su intervención refiriéndose a los retos contemporáneos de la libertad religiosa.
La auténtica libertad
El Arzobispo puso de relieve que “incluso en los Estados en los que la libertad religiosa se toma muy en serio y donde la Iglesia se puede considerar razonablemente satisfecha, hay siempre algo que no responde de modo adecuado a sus exigencias”.
Al respecto, el Secretario para las Relaciones con los Estados puso el ejemplo de los países en los que “no se reconoce el carácter específico de algunas de sus instituciones fundamentales (por ejemplo, lo que respecta a la estructura jerárquica); en otros países no se da el debido reconocimiento al matrimonio canónico; en otros, el sistema escolar no respeta suficientemente el derecho de los padres y aún menos el de la Iglesia; o el régimen fiscal no tiene en cuenta las finalidades propiamente sociales de las instituciones de la Iglesia”.
a pesar de estas especiales limitaciones