Al recibir al nuevo embajador de la República de Irak ante la Santa Sede, Edward Ismail Yelda, el Papa Juan Pablo II expresó que seguía los acontecimientos de ese país y solicitó al diplomático que asegurase al pueblo iraquí su "preocupación constante por las numerosas víctimas del terrorismo y la violencia".
Durante su discurso en el acto de recepción de las cartas credenciales del embajador, el Santo Padre se refirió a la protección de los derechos humanos en el país. "Es esencial que las normas de ley sean un elemento integrante del gobierno. Defender este principio fundamental es básico para cualquier sociedad moderna que busque verdaderamente la salvaguardia y la promoción del bien común. Espero que el pueblo iraquí siga fomentando su larga tradición de tolerancia, reconociendo siempre el derecho a la libertad de culto y a la instrucción religiosa”, señaló el Pontífice.
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“Una vez que esos derechos fundamentales sean protegidos por la legislación ordinaria y pasen a ser parte permanente del tejido viviente de la sociedad, garantizarán que todos los ciudadanos, independientemente de sus creencias religiosas o filiación, aporten la propia contribución a la construcción de Irak", añadió.
Más adelante, Juan Pablo II expresó que “toda la Iglesia Católica y en especial los cristianos caldeos presentes en su país desde la época apostólica está comprometida en ayudar a su pueblo en la construcción de una nación más pacífica y estable".
Al referirse al difícil proceso de transición democrática que vive Irak en la actualidad, el Papa alentó los esfuerzos del gobierno actual para conseguir que las “elecciones sean correctas y transparentes y den a todos los ciudadanos las mismas oportunidades para ejercer este derecho democrático al que están llamados".
Asimismo, el Santo Padre recordó que "Irak en estos momentos lucha por superar los retos representados por la pobreza, el desempleo y la violencia", y expresó el deseo de que "el gobierno trabaje incansablemente para resolver las disputas y los conflictos mediante el diálogo y la negociación, sirviéndose de la fuerza militar sólo como último recurso".
Para concluir, El Santo Padre apuntó que es “esencial que el Estado, con la ayuda de la comunidad internacional, promueva la comprensión y la tolerancia mutua entre sus diversos grupos étnicos y sociales" para "crear un clima de justicia y paz" que sea "capaz de sostener el necesario crecimiento económico y el desarrollo integral para el bienestar de todos los ciudadanos y del país".
Las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede e Irak se establecieron el 27 de agosto de 1966. La nunciatura apostólica se abrió el 14 de octubre de ese mismo año.