Este martes, el Papa León XIV instó a cientos de seminaristas provenientes de todo el mundo a testimoniar la “ternura” y la “misericordia” de Cristo en un “mundo donde a menudo prevalece la ingratitud y la sed de poder”. 

Asimismo, pidió que los centros de formación para futuros sacerdotes sean “una escuela de los afectos” que les enseñen a amar como hizo Jesús.

Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram

Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:

“El seminario, sea cual sea su modalidad, debería ser una escuela de los afectos. Hoy, en particular, en un contexto social y cultural marcado por el conflicto y el narcisismo, necesitamos aprender a amar y hacerlo como Jesús”, señaló el Pontífice este 24 de junio en la catequesis que pronunció durante su primer encuentro oficial con seminaristas de los cinco continentes.

Al llegar al altar basílica de San Pedro, donde tuvo lugar el encuentro enmarcado en el Jubileo del Clero, el Papa fue acogido entre aplausos entusiastas y su discurso fue interrumpido varias veces por los vítores que coreaban: “¡Papa León!”.

Incluso improvisó unas palabras en español durante el encuentro con los futuros sacerdotes, que han viajado esta semana a Roma para participar de este Jubileo con motivo del Año Santo 2025.

“Digo también unas palabras en español. Gracias por haber aceptado con valentía la invitación del Señor a seguir siendo discípulo, a ser valiente, a entrar en el seminario. Y no tengan miedo”, expresó.  

El Pontífice les exhortó a asumir “los sentimientos de Cristo, para avanzar en la madurez humana, sobre todo afectiva y relacional”, y a rechazar “toda máscara e hipocresía”. 

No esconder los límites 

“Con la mirada fija en Jesús, hay que aprender también a dar nombre y voz a la tristeza, al miedo, a la angustia, a la indignación, llevándolo todo a la relación con Dios. Las crisis, los límites y las fragilidades no hay que esconderlos, sino que son ocasiones de gracia y de experiencia pascual”, manifestó.

Por otro lado, indicó que el centro de todo itinerario de discernimiento debe ser el corazón, aunque a veces “puede dar miedo, porque en él también hay heridas”. 

“No teman cuidarlas, déjense ayudar, porque justamente de esas heridas nacerá la capacidad de estar junto a quienes sufren. Sin vida interior no es posible una vida espiritual, porque Dios nos habla precisamente allí, en el corazón”, destacó.

De este modo indicó que, como Cristo amó con corazón humano, los sacerdotes “están llamados a amar con el Corazón de Cristo”, señalando que el camino hacia esa configuración con Jesús pasa por cultivar la interioridad, la oración y el discernimiento.

“No sólo las emociones rápidas e inmediatas propias de los jóvenes”

En este sentido, puso en evidencia que tienen que hacer un trabajo interior que incluye también el “aprendizaje para reconocer los movimientos del corazón”. 

“No sólo las emociones rápidas e inmediatas propias de los jóvenes, sino sobre todo sus sentimientos, que los ayudan a descubrir la dirección de su vida. Si aprenden a conocer su corazón, serán cada vez más auténticos y no necesitarán ponerse máscaras”, agregó.

De esta manera, dejó claro que el camino privilegiado hacia la interioridad es la “oración”. El Pontífice alertó también del riesgo de una vida espiritual superficial “en una época de hiperconexión” en la que se vuelve cada vez “más difícil experimentar el silencio y la soledad”. 

Sin embargo, aseguró que sin el encuentro con Él, “ni siquiera podemos conocernos verdaderamente a nosotros mismos”.

El grito de los pobres y oprimidos

El Santo Padre también le pidió a los seminaristas que escuchen, como hacía Jesús, “el grito muchas veces silencioso de los pequeños, los pobres y los oprimidos, y de tantos —especialmente jóvenes— que buscan un sentido para su vida”.

Y agregó: “Nada de ustedes debe ser descartado, sino que todo ha de ser asumido y transfigurado en la lógica del grano de trigo, a fin de convertirse en personas y sacerdotes felices, puentes y no obstáculos para el encuentro con Cristo de quienes se les acercan”. 

Asimismo, reconoció que hoy en día implicarse en “la fascinante aventura de la vocación sacerdotal” no es “nada fácil” y elogió su decisión de “convertirse en anunciadores mansos y firmes de la Palabra que salva, servidores de una Iglesia abierta y en salida misionera”.

Testigos de esperanza

“La sabiduría de la Madre Iglesia busca siempre las formas más adecuadas para la formación de los ministros ordenados”, recordó el Pontífice, pero subrayó que esta misión no puede realizarse sin la implicación activa de los propios seminaristas. 

“Hoy no son sólo peregrinos, sino testigos de la esperanza”, les dijo, alentándolos a dejarse moldear por el Espíritu Santo y a practicar un estilo de vida marcado por “la gratuidad, la ternura y la misericordia”.

En varias ocasiones, León XIV retomó la imagen del Corazón de Jesús como símbolo del sacerdocio según Dios y citó a este propósito la última encíclica del Papa Francisco, Dilexit Nos: “El Corazón de Cristo está animado por una inmensa compasión: es el buen samaritano de la humanidad”.

Finalmente, concluyó señalando que los seminaristas deben aprender a “dar de comer” al pueblo de Dios, no sólo con palabras, sino con la entrega de su propia vida.