El Arzobispo Giovanni Lajolo, responsable vaticano de las relaciones con los estados, declaró a la prensa italiana que aún sorprende la “miopía cultural” de los líderes que se negaron a mencionar las raíces cristianas de Europa en la Constitución de la Unión Europea que se firma hoy.
"Más que el prejuicio anticristiano -que no sorprende- es la miopía cultural lo que asombra: porque decir 'raíces cristianas' no quiere decir un límite ideológico, sino la memoria del germen producido en la historia de Europa, y a partir de Europa, difundido en todo el mundo", precisó el Arzobispo al diario italiano La Stampa.
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Mons. Lajolo explicó que "la mención de las raíces cristianas de Europa en el preámbulo del Tratado Constitucional era un gran deseo para numerosos ciudadanos de este continente, católicos, ortodoxos y protestantes". "Eso no podía de ninguna forma mermar, como algunos temían, la laicidad, la 'santa laicidad', de la estructura política", explicó.
En la entrevista titulada "La nueva Europa nace sin alma", el Arzobispo precisó que "la mención servía para mantener viva la conciencia de la identidad histórica de Europa y de sus valores irrenunciables".
"Si la nueva vieja Europa quiere desempeñar en la historia un papel digno de su pasado no podrá ocultarse en vagas reminiscencias, sino que tendrá que ser consciente de lo que ha delineado su fisonomía espiritual", agregó.
Asimismo, insistió en que el reconocimiento de las raíces cristianas no significa "el regreso a una época pasada, sino la espera de un nuevo humanismo".
Sobre el eventual ingreso de Turquía a la Unión Europea, Mons. Lajolo explicó que la Santa Sede "no ha expresado hasta ahora una posición sobre la cuestión”, pero “en caso de adhesión, Turquía debe responder a todos los criterios incluidos en la cumbre de Copenhague en diciembre de 2002”.
“En lo que se refiere a la Iglesia en Turquía, la Santa Sede considera que la libertad religiosa en este país debe no sólo garantizarse en la Constitución, la legislación y la administración, sino ser eficazmente protegida en el plano social”, indicó.
"La Santa Sede no tiene miedo de una ampliación de Europa: el Papa Juan Pablo II ha hablado en muchas ocasiones de una Europa unida del Atlántico a los Urales. Lo que es decisivo es que la nueva Europa tenga una profunda cohesión interior", concluyó.