Al recibir al nuevo embajador de la República Islámica de Irán, Mohammad Javad Faridzadeh, el Papa Juan Pablo II recordó la necesidad de que todos “puedan expresar libremente sus propias convicciones”, celebrar el culto y transmitir la enseñanza religiosa a niños, jóvenes y adultos en el país.
Es necesario que todos en Irán, “respetando las leyes del país, puedan expresar libremente sus propias convicciones religiosas, reunirse con sus hermanos para celebrar el culto debido a Dios, así como garantizar, a través de la catequesis, la transmisión de la enseñanza religiosa a los niños, y su profundización por parte de jóvenes y adultos", dijo el Pontífice.
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"La Santa Sede cuenta con el apoyo de las autoridades iraníes para permitir a los fieles de la Iglesia Católica presentes en Irán, así como a los otros cristianos, la libertad de profesar su religión y para favorecer el reconocimiento de la personalidad jurídica de las instituciones eclesiásticas”, afirmó el Papa. Asimismo resaltó que “la libertad de culto no es sino un aspecto de la libertad religiosa, que debe ser la misma para todos los ciudadanos de un país".
Ante el diplomático iraní que presentó sus cartas credenciales, el Papa se refirió a la preocupación de Irán ante "el deterioro de la situación internacional y las amenazas contra la humanidad". Para establecer un orden internacional equilibrado, dijo, es necesario que los Estados "se doten de instrumentos estables, eficaces y reconocidos, como la Organización de las Naciones Unidas y las otras organizaciones internacionales. Esta acción a favor de la paz también implica una acción valiente contra el terrorismo y para construir un mundo en el que todos puedan reconocerse hijos del mismo Dios Omnipotente y misericordioso".
"Por su parte, la Santa Sede -continuó-, no escatimará esfuerzos para convencer a los responsables de los Estados a que renuncien siempre a la violencia o a la fuerza y a que prevalezca siempre la negociación como medio para superar los desacuerdos y los conflictos que pueden surgir entre las naciones, los grupos y los individuos".
El Santo Padre, haciendo eco a las palabras del embajador, reafirmó el deber como creyentes de anunciar "los valores fundamentales expresados en la religión, que garantizan, a través de la ley natural, signo de la huella de Dios en el ser humano, la dignidad de todas las personas y que regulan las relaciones de los hombres con sus semejantes”.
“Como he recordado tantas veces, los católicos" dan testimonio de "una cultura de la vida que respete al ser humano desde su concepción hasta su muerte natural, y que garantice la defensa de sus derechos y deberes imprescindibles. Entre estos derechos fundamentales está en primer lugar el derecho a la libertad religiosa", concluyó.