“Una persona sencilla para las personas sencillas. Hemos perdido a un amigo, pero hemos ganado un padre”. Así despide al Papa Francisco Ricardo Barajas, un hombre español que se vió abocado a vivir en la calle y que pudo departir con el pontífice durante más de tres horas.
Ricardo recibe a ACI Prensa en una residencia situada en Alcalá de Henares, en Madrid (España), donde vive desde hace un año. Antes de esto, la vida le llevó a habitar en las calles, hasta que la Fundación Lázaro en España le ofreció un hogar.
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Todos saben en la residencia que Ricardo es “conocido” por haber estado con el Papa Francisco en el año 2020, en plena pandemia. Así nos lo hace saber Karla, una de las trabajadoras del centro a la puerta de la residencia, mientras esperamos a encontrarnos con él.

De aquél encuentro con el Pontífice, Ricardo destaca varios aspectos.
“Lo primero, que entró, cerró la puerta y éramos ocho personas con él. Aquel día estaba solo con nosotros. Eso da mucho que pensar de él”, rememora Ricardo, que destaca que en otras audiencias privadas con presidentes o reyes “siempre tiene detrás gente”.
La segunda impresión es que le ofrecieron al Papa Francisco que usara un botón que emitía un sonido si en alguna ocasión no quería responder a alguna cuestión: “No lo tocó ni una vez”, en una muestra de apertura a responder a todo.
Y, la tercera, su último gesto de humanidad. Por cuestiones de agenda, el Pontífice tuvo que salir con algo de prisa de la reunión. “Parece ser que se olvidó de que se iba a despedir de nosotros”, explica Ricardo. Llegada la hora de la cena en Casa Santa Marta, Ricardo estaba tranquilamente sentado delante de su plato, cuando notó una presencia cercana: “Me giro y veo al Santo Padre hacia mí, dirigiéndose con la mano extendida”, para despedirse formalmente.
“Me quedé pasmado”, reconoce Ricardo, que destaca que “él estaba abajo con los demás, como los pobres, con los que no tenemos casa, con los que están muertos de hambre”.
Fueron más de tres horas, en las que, junto a otras personas de la Fundación Lázaro, trasladaron al Papa argentino preguntas de los pobres de todo el mundo que conformaron el libro De los pobres al Papa, del Papa al mundo.
“Venid, que aquí tenemos wifi”, dijo el Papa Francisco
En los alrededores de la Plaza de San Pedro, Bernabé Villalba, responsable de Comunicación de la Fundación Lázaro en España, desgrana a ACI Prensa los detalles de aquel encuentro y la manera en la que nació la idea.
El profesor universitario llegó a Roma desde España para asistir, junto a cientos de miles de adolescentes, a la canonización de Carlo Acutis, programada para el domingo 27 de abril pero que fue aplazada debido al fallecimiento del Papa Francisco.
El joven explicó que la Fundación Lázaro nació para crear puentes “entre ricos y pobres”. En concreto, precisa que el nombre de la fundación se debe a que, en el Evangelio, el nombre de Lázaro hace referencia a un pobre que pedía limosna a las puertas de la casa de un rico y también al amigo de Jesús, a quien resucitó.

“Nosotros creemos que a través de la amistad puede haber una resurrección de las personas sin hogar, para que esos abismos que nos separan aquí, que no nos separen luego cuando ya hayamos muerto”, agrega.
Estos “puentes” entre empresarios y personas sin hogar, según remarcó Bernabé, se erigen para eliminar ese abismo. “Uno puede ser rico económicamente pero, yo en mi caso, me considero rico por tener una familia unida o unos padres igual que me han transmitido la fe. Eso también es una riqueza y Lázaro se dedica principalmente a crear hogares para compartir”, subraya.
En 2020, al cumplirse el décimo aniversario de la fundación en Francia, se había programado un encuentro de los 200 miembros de los Hogares Lázaro en el mundo con el Papa Francisco. Debido a la pandemia, quedó en suspenso, pero no cancelado.
“Si el Papa no lo cancelaba, nosotros tampoco”, se dijeron. Así que propusieron una reunión a través de internet, con unos pocos presentes en Roma en representación. La respuesta del Papa Francisco, por escrito, fue clara: “Sí, no hay problema, venid, que aquí tenemos wifi”.

La reunión fue tan bien que en Hogares Lázaro se plantearon llevar al Papa Francisco preguntas de pobres, personas sin techo y desheredados de todo el mundo. Recopilaron centenares y propusieron al Papa Francisco un encuentro para planteárselas.
Sucedió en 2020, pero eran tantas las preguntas que no dio tiempo a hacerlas todas.
Así, Sibylle De Malet,responsable del desarrollo europeo de Hogares Lázaro, se atrevió a preguntar si el Pontífice aceptaría un nuevo encuentro.
“¿Cuánto rato necesitáis?”, preguntó el Papa. “Como tres horas”, le respondieron y el Papa, aceptó. Cuando Sybile de Malet le trasladó la idea al secretario pontificio, exclamó “estás de broma. El Papa no le da tres horas a nadie”. Pero tras consultarlo, de nuevo, volvió diciendo “Ay, mi madre, ¿cómo voy a encontrar un hueco de tres horas para vosotros ahora?”, recuerda Bernabé.
Al final fueron más de tres horas, en las que Ricardo consideró que había ganado un amigo.
Un cambio de protocolo en el funeral
Tras la muerte del Papa Francisco, la conversación con Ricardo tiene lugar el pasado sábado en España, en una tarde soleada de primavera poco después de la celebración del funeral celebrado en la Plaza de San Pedro y el entierro en la Basílica de Santa María la Mayor.
¿Cómo te has sentido al ver el funeral?, preguntamos a Ricardo, que responde directo: “Mal”. No sólo por el aprecio que le tenía al Papa Francisco, a quien considera un amigo, sino porque reconfiguraría el protocolo establecido para colocar a los mandatarios en otro lugar: “A esa gente importante la hubiera puesto al final y delante hubiera puesto a la gente que él quería”.
“No seremos tan invisibles como éramos antes”
Pensando sobre el legado del Papa argentino, Ricardo considera que “lo que más nos ha influido en todo es la sencillez, porque él era un hombre sencillo para la gente sencilla”, y añade que su mensaje, su forma de gobernar la barca de Pedro “ha calado en más gente de lo que parece”.
En su caso particular, Ricardo comparte cómo la relación con el Papa Francisco y su mensaje de misericordia ha transformado su corazón: “Antes no era muy creyente. No lo soy todavía mucho, pero pienso que poco a poco irá creciendo dentro de mí”.
En un plano más práctico, añade: “No veía a las personas como las veo ahora. Antes, teóricamente, era un poco egoísta y velaba más por mi que por los demás. Desde aquél día miro más por las personas que por mí”. De hecho, a pesar de no vivir ya en los Hogares Lázaro, sigue colaborando con esta fundación: “Ahora casi no me lo tienen que pedir, soy yo el que me ofrezco a la gente”.
Mirando a la humanidad y respecto de la actitud hacia los desheredados, los que habitan las calles y quedan tantas veces a merced de la cultura del descarte que denunció el Pontífice con insistencia, Ricardo comparte una convicción: “A partir de ahora no seremos tan invisibles como éramos antes”.