Judy Henderson pasó 36 años en prisión en Estados Unidos por un delito que no cometió, dejando a su hijo de 3 años y a su hija de 12 años mientras estaba entre rejas. A pesar de las dificultades, Henderson nunca perdió la esperanza. Escrito sobre el lavabo de su celda estaba el versículo bíblico Jeremías 29,11, que le servía de recordatorio diario de que Dios tenía planes para su futuro.
Sin embargo, no esperó a que ese futuro se desarrollara; en cambio, se puso a trabajar ayudando a otras madres encarceladas y aún lo hace. Actualmente, como asistente administrativa de Catholic Charities de Kansas City-St. Joseph, Henderson continúa ayudando a madres y familias necesitadas.
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También ha escrito un libro llamado When the Light Finds Us: From a Life Sentence to a Life Transformed (Cuando la luz nos encuentra: De una cadena perpetua a una vida transformada), publicado el 15 de abril, en el que comparte su inspiradora historia desde una condena injusta hasta la redención.
Criada en un hogar cristiano, Henderson era la mayor de ocho hermanos. Creció, se casó y, nueve años después, tuvo a su hija, Angel, y luego a su hijo, Chip. Su matrimonio, que fue física y emocionalmente abusivo, terminó después de 12 años.
Henderson, junto con sus hijos, regresó a su ciudad natal, Springfield, Misuri, para estar más cerca de sus padres y comenzar de nuevo. Sin embargo, a los pocos meses de mudarse, Henderson quedó cautivada por un nuevo hombre.
“Era muy afable y elegante, vestía un traje de tres piezas, había trabajado en el ministerio y como agente inmobiliario, y tenía todo lo que uno podría esperar de una mujer”, dijo a CNA en una entrevista.
"Era muy afable y elegante, vestía un traje de tres piezas, había estado en el ministerio y era corredor de bienes raíces y tenía todo lo que uno podría pensar que una mujer querría", dijo a CNA, agencia en inglés de EWTN News.
Henderson compartió que incluso sus padres lo amaban porque “pensaban que era un buen cristiano”.
Un día se presentó en la casa de Henderson con maletas y le dijo que se mudaría con ella. Henderson se sorprendió y le dijo que no iba a vivir con un hombre con el que no estaba casada, especialmente con sus hijos viviendo con ella.
Cuando se le preguntó por qué sentía la necesidad de mudarse allí, Henderson recordó que le dijo: "Creo que me necesitas. Quiero amarte y cuidar de ti y de los niños y que seamos una familia feliz".
“Como mujer maltratada, nuestra forma de pensar y de ver las cosas no proviene de una perspectiva sana”, explicó. “Así que ya era como los perros de Pavlov, condicionada a ser una mujer que siempre decía ‘sí’, ‘sí señor’, ‘quiero cuidarte’. Nunca pensé que él tuviera alguna faceta que no fuera simplemente buena. Y no vi ninguna de las señales. Ni siquiera sabía qué buscar porque en aquel entonces no existía el síndrome de la mujer maltratada. Desconocíamos la definición de las diferentes etapas por las que pasan las mujeres maltratadas”.
Poco después, Henderson empezó a descubrir su lado malo, que incluía el tráfico de cocaína. Manipulada por su novio, ambos planearon robar una joyería en Springfield, Misuri. Sin embargo, el robo se tornó mortal cuando el joyero se negó a entregar los objetos de valor. El novio de Henderson disparó varias veces, matando al joyero y dejando a Henderson herida.
Ambos fueron acusados de asesinato, pero sólo Henderson fue condenada a cadena perpetua sin libertad condicional durante 50 años por asesinato capital. Un problema importante en su juicio, que posteriormente se declaró inconstitucional, fue que Henderson y su novio compartían el mismo abogado.
"La única razón por la que él lo tenía [al abogado] conmigo era para asegurarse de que la estrategia no lo incluyera a él o que no se dijera nada malo sobre él o que yo tomara posición en su contra. Era otra herramienta de manipulación que él quería controlar", dijo Henderson.
Henderson entró en prisión y admitió que “estaba muy enojada con Dios”.
La madre de dos hijos pudo ver a su hija durante todos estos años; sin embargo, su ex marido no le permitió a Henderson ver a su hijo desde los 5 hasta los 16 años, lo que le causó aún más enojo.
"Hay dos cosas que puedes hacer con la ira: puedes amargarte o mejorar. Y elegí mejorar porque a nadie le importaba que estuviera enojada en prisión. Todo el mundo estaba enojado en prisión", compartió.
Entonces Henderson comenzó a lidiar con su ira y “comenzó a luchar contra esas emociones que a Satanás le encanta que sintamos”.
"Me mantuve firme en el hecho de que me iba a casa porque las promesas de Dios son siempre 'sí' y 'amén', y él prometió en Jeremías 29,11: 'Yo sé los planes que tengo para vosotros', 'un futuro', y mi futuro no era la prisión. Eso no es lo que Dios me dio".
Durante su estancia en prisión, Henderson se convirtió en asistente legal certificada y mentora de otras personas encarceladas. También impulsó la reforma legislativa y lideró iniciativas para garantizar que las mujeres maltratadas pudieran utilizar sus antecedentes de abuso como defensa legal. Su labor en este ámbito condujo a una decisión histórica en Misuri que reconoció el síndrome de la mujer maltratada como defensa legal.
También fue pionera del Programa PATCH (Padres e hijos, por sus siglas en inglés), que crea una experiencia más segura y menos traumática para los niños que visitan a sus madres encarceladas. Se utiliza un remolque fuera de la prisión, decorado para que parezca una casa, con televisión, cocina y sala de estar. Los niños nunca ven esposas ni guardias, sólo voluntarios que los acompañan hasta sus madres.
“Me mantuve muy ocupada siendo productiva”, recordó. “Pensaba que o podías cumplir con el tiempo o el tiempo podía contigo. Y así lo hice. Me formé en todos los programas que me ofrecían”.
Un programa que conmovió profundamente a Henderson y la trajo de vuelta a Cristo fue Residents Encounter Christ (Los residentes al encuentro de Cristo), un ministerio católico que ofrecía a los condenados a cadena perpetua la oportunidad de un retiro de tres días para encontrarse con Cristo, lo que, según Henderson, la ayudó a "entender de qué se trataba realmente el amor de Dios".

El 20 de diciembre de 2017, Henderson recibió una visita inesperada: el entonces gobernador de Misuri, Eric Greitens. Al verlo, cayó de rodillas llorando. Él se acercó, la tomó por los hombros y le dijo: “Quiero disculparme en nombre del estado de Misuri por no haber revisado tu caso antes y porque hayas tenido que pasar 36 años de su vida encerrada. Hoy mismo conmutaré tu condena a cadena perpetua con libertad condicional por el tiempo cumplido”, recordó.
“Abrió la puerta y mi hija vino corriendo hacia mí, mi hijo, otros familiares y dos de mis abogados… estábamos muy contentos, todos llorando”.
Actualmente, Henderson trabaja con Catholic Charities de Kansas City-St. Joseph y utiliza sus habilidades y talentos en todos los departamentos para ayudar a veteranos, mujeres, niños y familias necesitadas.
“Ver a esas mujeres y a esos bebés, e incluso a los hombres, venir y sentirse enaltecidos por el trabajo que hacemos es una gran bendición y una gran inspiración para nosotros, para poder ser grandes instrumentos para Dios”, dijo.

Henderson recordó cómo siempre vio la mano de Dios obrando en su vida y cómo “Dios hace las cosas en piezas, como un rompecabezas”, trayendo personas y eventos a tu vida justo en el momento adecuado “si sigues su ejemplo y dejas que Él te guíe”.
"Tuve la bendición de encontrar mi propósito y encontrar gozo dentro de un lugar oscuro, horrible y doloroso. Y por eso Dios está en todas partes para hacer brillar su luz... Él hace brillar una luz para que tú la sigas, y eso es lo que hice y tuve la bendición de poder escuchar su voz y hacer aquello para lo que Él me creó. Este era mi propósito".
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.