La agencia católica argentina AICA reveló el milagro que permitió la beatificación de la religiosa italiana María Ludovica de Angelis, elevada a los altares el 3 de octubre por el Papa Juan Pablo II. Una niña argentina, identificada como Antonella Cristelli, superó la malformación congénita que arriesgaba su vida.
La pequeña Antonella nació en mayo de 1988 en La Plata, la ciudad argentina que fue testigo del apostolado de la religiosa, “con una patología congénita conocida como espina dorsal bífida con las vías urinarias, vejiga y riñón severamente deteriorados y los miembros inferiores inmovilizados”.
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Con dos meses de nacida debió ser operada “para colocarle una cánula que posibilitara el funcionamiento parcial de sus vías urinarias. Pero su estado era muy preocupante. Cuando la niña cumplió nueve meses, un tío suyo, médico del Hospital de Niños, le pidió a una hermana de la Misericordia que rogara a la Hermana Ludovica por la curación de su sobrina”.
La religiosa le dio las llaves del panteón de la Congregación, donde se encontraban los restos de Sor Ludovica para que fuera con la niña. La madre acudió junto a su hermano médico y Antonella.
“La colocaron en el suelo junto al féretro y rezaron. La niña, que hasta ese momento no podía mover las piernas, se apoyó en el ataúd y se puso de pie. A los veinte meses caminaba normalmente”, indica AICA.
Según la agencia, cuando la niña cumplió cuatro años de edad “la sometieron nuevamente a una operación quirúrgica porque era necesario cerrarle la desviación realizada cuando tenía pocos meses de vida, extirparle el riñón que no funcionaba y tratar de reconstruir la vejiga”.
“Cuando comenzaron a intervenirla constataron que la vejiga se había ampliado y funcionaba normalmente, lo mismo que el riñón que proyectaban extirpar. Todos los estudios determinaron que la curación de esa niña era científicamente inexplicable”, señala la agencia.
A sus 16 años de edad, Antonella Cristelli, participó junto con sus padres en la beatificación de la Hermana Ludovica en el Vaticano.