Por encargo del arzobispo de Barcelona, el Cardenal Juan José Omella, el sacerdote y teólogo español Armand Puig elaboró una exhaustiva biografía del arquitecto español Antoni Gaudí en el marco de la positio, uno de los documentos fundamentales en los procesos de beatificación.
“Concibió la Sagrada Familia como una gran obra de evangelización en la que tradujo en piedra los grandes misterios cristianos”, explica en declaraciones a ACI Prensa este sacerdote, autor de “Antoni Gaudí, vida y obra” publicado en la editorial española Arpa.
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“Gaudí fue un teólogo de la piedra”, añade el P. Puig tras constatar que la calificación de Gaudí como “el arquitecto de Dios”, la célebre expresión que usó Mons. Manuel Trens en un artículo publicado con ocasión de la muerte del arquitecto español, no es una afirmación gratuita.
“En casi todas sus obras, de forma subyacente, hay una clara voluntad de reproducir, continuar y mejorar la obra de la naturaleza, que para él era tanto como decir la obra divina”, explica el prelado, nacido en las cercanías de Reus, como Gaudí, que este lunes fue declarado venerable por el Papa Francisco, un primer paso en el camino a los altares.
Ahora, el siguiente paso para su beatificación sería la aprobación de un milagro por su intercesión. La declaración de las virtudes heroicas se produce a las puertas de 2026, cuando se celebra el centenario de la muerte del afamado arquitecto, cuyas últimas palabras fueron: “Dios mío, Dios mío”.
En este sentido, asegura que, si bien nunca puso un pie en un seminario, “le podemos considerar un teólogo de la piedra, ya que supo traducir los conceptos teológicos en sus obras de arquitectura”.
De los tres frontales de la Sagrada Familia diseñados por el arquitecto modernista, sólo llegó a ver realizado uno en vida, dedicado a la Natividad. El segundo, dedicado a la Pasión de Cristo, se construyó sobre diseños de Gaudí tras su muerte. El tercero, la Gloria, aún no se ha construido.
El P. Puig pone el segundo como ejemplo de la traducción teológica al lenguaje arquitectónico que hizo a través de sus obras el creador de la Sagrada Familia.
“La representación más habitual de Jesús es el crucifijo, pero Gaudí concibió la fachada de la Pasión de la Sagrada Familia con unas columnas que son los huesos”. Estas columnas “reflejan el número de huesos en el cuerpo humano. Tres en el brazo y tres en la pierna. Luego tenemos la columna vertebral y las costillas, la escápula y la pelvis”, explica. De este modo, “tradujo en la arquitectura de la fachada el cuerpo de Jesús clavado en la cruz”, añade.
Un gran evangelizador que nunca estudió Teología o Liturgia
De hecho, si bien Gaudí “no fue a clases de teología nunca, ni de Biblia, ni de liturgia, fue un gran evangelizador” que reflexionaba en base a lo que veía. Tenía, además, un profundo conocimiento intuitivo de la liturgia: “conocía los tiempos litúrgicos, los años, el paso de los domingos, los misterios de la vida de Jesús, de la vida de María, todo esto era su mundo”.
Según el P. Puig, “tenía una gran devoción a la Palabra y la leía con frecuencia, además de textos relacionados con la liturgia”. Su aprendizaje se nutrió también de conversaciones con “personas de la Iglesia muy cualificadas, de quienes aprendió muchísimo”.
El sacerdote español dedicó meses de investigación a elaborar la biografía del arquitecto para la positio. Una tarea difícil, ya que el creador de la Sagrada Familia, templo icónico de Barcelona, no dejó tras de sí una obra escrita extensa. En todo caso, sí se han recogido él había pronunciado en diversas intervenciones.
“Gaudí no escribió prácticamente nada. Lo que escribió cuando tenía 26 años fue un famoso manuscrito, son unas 50 páginas sobre qué debe ser una gran iglesia, pero él aún no tenía salida profesional, solo tenía la idea, como arquitecto novel, de imaginar una gran Iglesia”, explica este sacerdote que es el presidente de la Agencia de la Santa Sede para la Evaluación y la Promoción de la Calidad de las Universidades y Facultades Eclesiásticas (AVEPRO).
Este manuscrito, salvado de la destrucción en 1936 durante la Guerra Civil, constituye una de las pocas piezas textuales que ayudan a entender su pensamiento.
A los 31 años, a Gaudí le ofrecieron la dirección arquitectónica del templo de la Sagrada Familia y, desde entonces, “solo estuvo en su corazón este proyecto que fue esa Gran Iglesia que había visionado. Por eso a mí me gusta decir, primero se forjó dentro de él y luego la plasmó en una obra plástica, en una arquitectura”.
Para documentar históricamente su biografía, el P. Puig tuvo que recurrir casi exclusivamente a sus obras. Su arquitectura, única en el mundo, ha quedado reflejada en numerosos ejemplos en Barcelona: el Palacio Güell, la Casa Milá, los balcones de la Pedrera, las Escuelas de la Sagrada Familia y la finca Güell en la Avenida de Pedralbes.
Su devoción mariana ha quedado plasmada en el edificio de las misiones africanas de Tánger, y en el Rosario en la Montaña de Montserrat. La huella de Gaudí también está presente en el monasterio benedictino de Villaricos, en Cuevas de Vera (Almería), y en el colegio de Jesús María, en San Andrés del Palomar.
“Su vida explica su obra y su obra explica su vida”, señala el sacerdote español.
Gaudí murió en junio de 1926 tras ser atropellado por un tranvía en la Gran Vía barcelonesa y fue enterrado en la cripta de esta iglesia a la que dedicó los últimos catorce años de su vida, en los que rechazó cualquier otro proyecto.
Un artista, pero también un místico
“Gaudí es un místico”, exclama sin ambages el P. Puig. Y añade: “Lo que pasa es que, a diferencia del resto de místicos como San Juan de la Cruz o Santa Teresa, de los que conservamos textos, en el caso de Gaudí no hay textos, solo hay obras arquitectónicas”.
En todo caso, afirma que en las obras que llevan su firma, su espiritualidad toma forma tangible. “Gaudí hablaba mucho y su obra se expresa a través de lo que decía y construía”, dice.
Uno de los ejemplos claros fue su afán por hacer de la Sagrada Familia “un instrumento de evangelización”, según el P. Puig, incluso antes de que ese término fuera común.
“Lo que buscaba era que la Sagrada Familia fuera evangelizadora. Él tenía la idea de que Barcelona se reconociera en un símbolo cristiano en un momento en el que la palabra evangelización no estaba inventada”, explica.
Así, el templo debía impactar incluso a los que no profesan la fe cristiana: “quien no sepa lo que son los misterios cristianos… entra ahí adentro y se encuentra con algo que te impacta tanto que tienes que decir, esto vale la pena. Esa universalidad convierte a la Sagrada Familia en una catequesis monumental y silenciosa”.
La vida interior de Gaudí, según el P. Puig, fue de una intensa espiritualidad, vivida con sencillez y sin grandes alardes. “Sus maestros de teología fueron tres obispos de Cataluña que tenían una relación muy especial con él”, concluye.