El Consejo Superior de Educación Católica, organismo episcopal que nuclea a las instituciones educativas confesionales de Argentina, celebra 100 años. En diálogo con ACI Prensa, su presidente, Adrián Álvarez, evaluó el camino transitado y comentó los desafíos de la educación católica en este tiempo.

En consonancia con el Jubileo de la Esperanza, en este año del centenario, Consudec recorre su año centenario realizando algunos gestos para poner de manifiesto su rica historia a lo largo de este siglo.

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El primero de ellos será este viernes, con una Misa de acción de gracias que se celebrará a las 17:00 horas en la Basílica Nuestra Señora del Socorro, de la ciudad de Buenos Aires, y con la que concluirá la asamblea anual.

La celebración será ocasión para distinguir a anteriores miembros del Consejo Superior de Educación Católica y dar gracias por la vida y servicio generoso de todos.

Un espacio de unidad, debate y construcción

Al frente del organismo desde 2022, Adrián Álvarez admite que es “un honor inmerecido” y una tarea “desafiante” asumir nuevamente en el centenario de Consudec.

“La rica trayectoria del Consudec con sus luces y sus sombras, tiene un balance altamente positivo. La presencia de la voz de la Iglesia no solo en defensa de la educación católica del país, sino pensando la educación argentina en su conjunto y estando presente en cada espacio de propuestas para aportar su experiencia y su mirada sobre los distintos temas ha sido siempre el distintivo”, asegura.

En ese sentido, valora “la participación activa de los distintos consejos provinciales y las juntas de educación que en forma cotidiana hacen frente a los nuevos desafíos de la educación”, hecho que evidencia la vida del Consudec y demuestra que  luego de 100 años, “lejos de ser obsoleto, sigue siendo un espacio imprescindible de unidad y de debate y construcción de propuestas”.

En los últimos años, la institución se ha caracterizado por asumir la tarea de responder al llamado del Papa Francisco hacia un Pacto Educativo Global, llamado que funcionó como “motor de muchas iniciativas”. 

“En particular, hemos generado un espacio de formación de líderes para llevar adelante estos desafíos a través de un programa de formación ejecutiva con el Departamento de Educación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica Argentina, que ya concluyó su primera cohorte y estamos iniciando prontamente la segunda”, precisó.

También se han generado encuentros y espacios de formación específicos donde se profundizó sobre el Pacto Educativo.

Sin embargo, la principal iniciativa, surgida de la Comisión Episcopal de Educación, y en forma conjunta con la Federación de Asociaciones Educativas Religiosas de Argentina (FAERA), fue la de instrumentar el Pacto Educativo Argentino, que consiste en mesas de diálogo en distintas partes del país, donde “hemos escuchado las voces de estudiantes, familias, docentes, directivos, sindicalistas, académicos y funcionarios sobre los desafíos que hoy tiene la educación argentina”, detalló Álvarez.

El trabajo realizado de manera federal permitió “elaborar un primer documento de trabajo en el cual resumimos los primeros acuerdos a los que se ha llegado, y que esperamos poder profundizar y concretizar en medidas de política educativa”, anheló el presidente del Consudec.

El desafío de sembrar la esperanza

En cuanto a los desafíos a los que se enfrenta hoy la educación católica, Álvarez reconoció que el principal reto es el de “sembrar en este mundo la esperanza, esperanza cimentada en Jesús, y que compartimos con quienes se suman a nuestras comunidades educativas —chicos y chicas, jóvenes, familias, docentes y no docentes— haciendo presentes los valores del Evangelio y contagiando la alegría de ser hijos queridos de un Padre que nos acompaña en nuestra vida”.

Teniendo en cuenta la realidad docente, admitió que hoy los educadores “se ven desafiados por un mundo que avanza rápidamente, incorporando la tecnología, muchas veces sin valoración ética alguna, y que pareciera tomar como modelo de relación la confrontación”. 

“En ese contexto, al que se suma muchas veces la difícil situación socioeconómica, nuestros docentes —que son parte de esos mismos padecimientos— vuelven a sembrar cada día semillas de esperanza y valores como la convivencia, el diálogo, la tolerancia, la solidaridad, el respeto”, destacó.

En los últimos años, con la pandemia, “los docentes debieron hacer frente no solo a la implementación de la virtualidad, sino también a la necesaria contención de los niños y jóvenes frente a la incertidumbre y el aislamiento”. Luego, “con la vuelta a la presencialidad, debieron acompañar nuevas situaciones referidas a los vínculos”, indicó.

“Así como en primera instancia fueron los agentes de salud quienes salieron a enfrentar la pandemia, fueron los docentes quienes se pusieron al hombro la contención de los niños, jóvenes y sus familias”, aseguró Álvarez.

 Educar es un acto de esperanza

En este 2025, año del centenario y del Jubileo de la Esperanza, “como nos dice el Papa Francisco ‘Educar es un acto de esperanza’, esperanza en un futuro mejor en el cual cada uno de nosotros somos actores principales”, sostuvo el presidente del Consudec.  

“El docente es un sembrador de esperanza, artesano de humanidad, constructor de la paz y el encuentro, que maneja los tres lenguajes: el lenguaje de la mente, el del corazón, el de las manos”, asegura el Papa y repite el dirigente con convicción.

Finalmente, y siguiendo las enseñanzas del Santo Padre en Christus Vivit, Álvarez recordó que “hablar de jóvenes significa hablar de promesas, y significa hablar de alegría. Los jóvenes tienen tanta fuerza, son capaces de mirar con tanta esperanza. Un joven es una promesa de vida que lleva incorporado un cierto grado de tenacidad; tiene la suficiente locura para poderse autoengañar y la suficiente capacidad para poder curarse de la desilusión que pueda derivar de ello”.

En ese marco, “nosotros somos responsables como adultos de acompañar la esperanza de estos jóvenes para que no le sea robada, sino que dé frutos abundantes”, concluyó.