El Papa Francisco exhortó a los que trabajan en la lucha contra los abusos en la Iglesia Católica a colaborar con los Dicasterios de la Curia romana, sanar “las heridas del alma” de las víctimas y construir alianzas con realidades externas.
El Santo Padre escribió el pasado 20 de marzo desde el hospital Gemelli un mensaje dirigido a los miembros de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, organismo fundado en 2014 para “promover la responsabilidad de las Iglesias particulares en la protección de todos los menores y los adultos vulnerables”, que celebran esta semana su Asamblea Plenaria.
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En su mensaje, el Pontífice les invitó a asumir tres compromisos: En primer lugar, les pidió “crecer en el trabajo conjunto” con los Dicasterios de la Curia romana. También les exhortó a “escuchar con el corazón, para que cada testimonio no encuentre registros que completar, sino entrañas de misericordia de las que renacer”, de manera que se ofrezca a las víctimas “acogida y cuidado para las heridas del alma”.
Por último, el Papa Francisco les pidió “construir alianzas con realidades extra eclesiales –como autoridades civiles, expertos, o asociaciones– para que la protección se convierta en un lenguaje universal”.
Para el Pontífice, los esfuerzos para erradicar esta lacra son un “oxígeno” para las comunidades religiosas, porque “donde hay un niño o una persona vulnerable a salvo, allí se sirve y se honra a Cristo”.
En este sentido, subrayó que “la prevención de los abusos no es un manto que se extiende sobre las emergencias, sino uno de los cimientos sobre los que edificar comunidades fieles al Evangelio”.
El Santo Padre expresó también su gratitud por este servicio, destacando que el trabajo de la Comisión Pontificia no se reduce a “protocolos que aplicar”, sino que promueve espacios de protección con “una formación que educa, controles que previenen, una escucha que devuelve dignidad”.
“Cuando implantan prácticas de prevención, incluso en las comunidades más remotas, están escribiendo una promesa: que cada niño, cada persona vulnerable, encontrará en la comunidad eclesial un ambiente seguro. Este es el motor de lo que para nosotros debería ser una conversión integral”, destacó.
A modo de conclusión, el Santo Padre les animó a seguir adelante y a continuar siendo “centinelas que velan mientras el mundo duerme”.
“Que el Espíritu Santo, maestro de la memoria viva, nos preserve de la tentación de archivar el dolor en lugar de sanarlo”, concluyó.