Cada 21 de marzo, en el Día Mundial del Síndrome de Down, personas de todo el mundo buscan generar conciencia y promover los derechos y el bienestar de quienes tienen esta condición.
La fecha “21/3” simboliza la triplicación del cromosoma 21, la causa genética del síndrome de Down, descubierta por el doctor Jérôme Lejeune, un médico católico en camino a la santidad.
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En 2021, Lejeune, nacido en 1926 y fallecido en 1994, fue declarado Venerable por su virtud heroica, que incluyó su defensa de las personas con síndrome de Down y su compromiso con la protección de los niños no nacidos.
Aude Dugast, filósofa y postuladora de la causa de canonización de Lejeune, así como autora del libro Jérôme Lejeune: Un hombre de ciencia y conciencia, lo describió como “un apóstol del evangelio de la vida”.
“Jérôme Lejeune fue un hombre de gran ciencia y gran fe, que usó su inmensa inteligencia al servicio de sus pacientes. No para hacer dinero ni ganar poder, sino con humildad, usó su inteligencia para servir a los más humildes: los niños, sus pacientes”, declaró Dugast a CNA –agencia en inglés de EWTN News–.
Dugast quedó impresionada por “la santidad de su inteligencia”.
“Su inteligencia estaba magnetizada por la verdad, y esta, unida a su amor profundo e incondicional por sus pacientes, le dio la fuerza para testimoniar siempre en su favor. No tenía miedo: nada ni nadie podía hacerle desviarse de su misión”, señaló.
“Un apóstol del evangelio de la vida”
Lejeune es considerado el “padre de la genética moderna” por su descubrimiento en 1958 de la causa genética del síndrome de Down. Según Dugast, este hallazgo representó una “revolución genética” en una época en la que las enfermedades cromosómicas eran prácticamente desconocidas.
Las personas con síndrome de Down pueden presentar una variedad de condiciones, como retraso en el crecimiento, diferentes niveles de discapacidad intelectual y anomalías físicas. Esta condición, también conocida como “trisomía 21”, no fue comprendida durante siglos, lo que llevó a que quienes la padecían fueran marginados hasta bien entrado el siglo XIX, algo que sigue ocurriendo en muchos lugares hoy en día.
Lejeune dedicó su vida a investigar formas de ayudar a las personas con síndrome de Down y a defender sus derechos. Gracias en parte a sus investigaciones y esfuerzos, la esperanza de vida de estas personas aumentó de 10 a 60 años.
“Demostró un amor incondicional por sus ‘pequeños pacientes’ con síndrome de Down y por todos aquellos con cualquier tipo de discapacidad mental”, explicó Dugast. “Veía en cada uno de ellos el rostro sufriente de Cristo y dio su vida para intentar curarlos. Fue un servidor de la vida”.
A lo largo de su carrera, Lejeune recibió numerosos reconocimientos por sus logros científicos, entre ellos el Premio Kennedy, otorgado por el presidente John F. Kennedy, y el Allan Memorial Award, la distinción más importante en genética. Además, recibió doctorados honorarios de cuatro universidades y ocupó un cargo internacional en la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Como gran científico, mostró la profunda armonía entre la fe y la ciencia. Este es un aspecto de su santidad que inspira a muchos científicos hoy en día”, señaló Dugast. “Veía a Dios en todas partes: en su investigación y en su vida”.
Un firme defensor de la vida
Lejeune fue un ferviente defensor del derecho a la vida y condenó el aborto de niños diagnosticados con síndrome de Down en el vientre materno. También se opuso a las pruebas prenatales que permitían la detección de la trisomía 21 con fines de selección. De hecho, fue el primer científico en argumentar en un tribunal estadounidense que los embriones tienen derecho a la vida.
Diez años después de su descubrimiento del cromosoma extra en el par 21, Lejeune se enteró de que su hallazgo estaba siendo utilizado para detectar prenatalmente a los niños con síndrome de Down con el fin de abortarlos.
“Fue un terrible shock, un dolor desgarrador para él”, relató Dugast. “Decidió entonces trabajar aún más para encontrar un tratamiento que los librara de la amenaza del aborto lo antes posible. Y también decidió defenderlos públicamente en congresos científicos de todo el mundo”.
Lejeune testificó contra el aborto en numerosos parlamentos, incluyendo los de Canadá, Australia y varios países de Europa. También intervino en múltiples tribunales en Estados Unidos y se pronunció en los medios de comunicación.
Sin embargo, al expresar abiertamente sus convicciones provida, Lejeune fue rechazado por la comunidad científica en Francia. Perdió la financiación de sus investigaciones y se le negaron cargos académicos.
“Sirvió a la vida y a la verdad, a pesar de los ataques que sufrió y los riesgos para su carrera”, dijo Dugast. “Perdió muchas cosas: el Premio Nobel, sus créditos de investigación, su equipo en el laboratorio de París. Pero nunca dejó de defender el derecho a la vida de los niños con discapacidad”.
“Todo en él estaba unificado, armonizado: su inteligencia se adhería a la verdad, su corazón amaba incondicionalmente, y esa unidad interior le dio una gran fortaleza y libertad”, continuó Dugast. “Así fue como se convirtió en el heroico defensor de los no nacidos, sin miedo a arriesgar su carrera”.
Lejeune recibió reconocimiento en la Iglesia Católica cuando San Juan Pablo II lo nombró presidente de la Pontificia Academia de Ciencias. Posteriormente, el Papa lo designó como el primer presidente de la Pontificia Academia para la Vida. Lejeune redactó apasionadamente sus estatutos y el juramento de los Servidores de la Vida, pero sólo 33 días después de su nombramiento, falleció de cáncer de pulmón el Domingo de Pascua de 1994.
Camino a los altares
“El mismo día de su muerte, 50 personas firmaron una petición al Vaticano para que se abriera su proceso de canonización”, contó Dugast. “Su fama de santidad es importante en Estados Unidos, América Latina y Europa, y sigue creciendo”.
En 2007, la Iglesia Católica abrió oficialmente su causa de canonización. En 2021, el Papa Francisco declaró a Lejeune “Venerable”, al reconocer que vivió las virtudes de manera heroica.
Para su beatificación, se necesita un milagro atribuido a su intercesión.
Dugast ha recibido apoyo de devotos en todo el mundo, y su biografía sobre Lejeune ha sido traducida a varios idiomas.
“¡Las solicitudes de oraciones y reliquias de Jérôme Lejeune llegan de todas partes! Desde Australia hasta Estados Unidos, pasando por Canadá, Brasil, Chile, Argentina, Filipinas, África, India, Nueva Zelanda y, por supuesto, Europa. Las familias rezan con perseverancia. Esta oleada de fe y esperanza nos une en la comunión de los santos”, afirmó.
“Es un ejemplo extraordinario para nuestro mundo, que presume de ser muy inteligente, pero que con frecuencia está lejos de la verdad. Nos muestra la estrella que debemos seguir”, concluyó Dugast.
El legado de Lejeune sigue vivo a través de las fundaciones creadas en su nombre por su familia y colegas.
El Instituto Jérôme Lejeune en París atiende a 12,000 pacientes con discapacidades genéticas, desde su nacimiento hasta el final de sus vidas. Según Dugast, es “probablemente el centro de consulta más grande del mundo para pacientes con discapacidad mental de origen genético”.
Además, la Fundación Jérôme Lejeune en París lleva a cabo programas de investigación sobre el síndrome de Down y otras enfermedades cromosómicas. La organización ha abierto filiales en Estados Unidos, España y Argentina.
El 3 de abril, en el 31º aniversario de su muerte, la Asociación de Amigos del Profesor Lejeune celebrará una Misa por la Vida en la Catedral de Notre-Dame de París a las 6:00 p.m. (hora local), presidida por Mons. Denis Dupont-Fauville, canónigo emérito de Notre-Dame y canónigo de Saint-Pierre.
Traducido y adaptado por ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.