El Secretario del Vaticano para las Relaciones con los Estados, el Arzobispo Paul Richard Gallagher, celebró una Misa por la salud del Papa Francisco, quien continúa ingresado en el hospital Policlínico Gemelli de Roma. En ella, afirmó que, a pesar de la enfermedad, el Pontífice sigue sirviendo “a la Iglesia y a la humanidad, aunque lo haga de otra forma”.

“En este momento de fragilidad humana, no sirve de forma menos eficaz a la Iglesia y a la humanidad, aunque lo haga de otra forma”, aseguró el arzobispo inglés en la homilía de la Eucaristía que celebró este jueves por la tarde en la Iglesia del Gesù de Roma, perteneciente a la Compañía de Jesús, a la que también pertenece el Pontífice.

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En la celebración, que tuvo lugar en el corazón espiritual de los jesuitas en Roma, participaron varios embajadores ante la Santa Sede, quienes rezaron por la pronta recuperación del Pontífice de la neumonía bilateral.

El Arzobispo Gallagher centró su homilía en el amor divino que “fluye constantemente” de Dios “a través del Corazón traspasado de Jesús y que busca nuestra respuesta”. Así, señaló que el amor de Dios encuentra en los creyentes “miserias, nuestros pecados, y adquiere la cualidad de la misericordia”.

Según informó Vatican News, el arzobispo enfatizó también la importancia de la Cuaresma como “un momento favorable para profundizar en este camino”.

Lo importante, según señaló, es que en este tiempo litúrgico “nos dejemos amar por Dios, para que el renacimiento espiritual nos abra a nuevos espacios y nuevos horizontes de esperanza, de libertad y de paz”.

Por otro lado, el Arzobispo Gallagher explicó que el mundo actual corre el peligro de centrarse más en la muerte que en la vida. “Nuestros propios tiempos son testigos de la amenaza de que el mal se vuelva cada vez más significativo, y la oscuridad a veces parece prevalecer incluso sobre la luz”, dijo.

De este modo, puso como ejemplo lo que sucede en países afectados por la guerra, como la martirizada Ucrania, Palestina, Israel, Líbano, Myanmar, Sudán, la República Democrática del Congo y otros lugares en conflicto.

Sin embargo, consideró que el renacimiento espiritual en Cuaresma “puede llevarnos al camino del encuentro”, aunque aseguró que nunca faltan los obstáculos. “Desafortunadamente, hay quienes alimentan constantemente una cultura de la muerte”, lamentó.

Así, el Arzobispo Gallagher advirtió que, al abrazar “la lógica perversa del odio, la dominación y, por tanto, la guerra, a todos los niveles”, el mundo se convierte “en un teatro de enfrentamientos entre etnias y civilizaciones, culturas y religiones”.

A este respecto, dejó claro que los cristianos, en cambio, “están llamados a difundir los valores del amor, la justicia y la paz”.

“Bienaventurados aquellos tiempos y lugares en los que las personas se sientan alrededor de la misma mesa y depositan su confianza en el poder de la razón y la conciencia, teniendo como horizonte el valor inefable de la dignidad humana”, subrayó.

Diplomacia desvinculada de los “miserables intereses humanos”

En su homilía, ante algunos de los embajadores de los 183 países con los que la Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas, enfatizó que el mundo necesita un tipo de diplomacia que esté “desvinculada de los miserables intereses humanos para trabajar libremente en favor del bien común, cooperando juntos para asegurar para todos los bienes supremos de la justicia y la paz”.

El Arzobispo Gallagher recordó también las numerosas invitaciones que ha realizado el Papa Francisco en sus 12 años de pontificado a abrazar la lógica del encuentro y la fraternidad. “El egocentrismo se convierte en una jaula que nos impide ser una bendición para los demás”, manifestó.

De esta manera, explicó que hay “una enorme diferencia entre el que da vida a los demás, tendiéndoles una mano para salvarlos, y el que, en cambio, da muerte, privando al otro de la ayuda necesaria para sobrevivir”.

El Arzobispo Gallagher recordó a los embajadores que la humanidad necesita “una luz superior que guíe nuestras decisiones y nos ayude a llevarlas a cabo”.

“Es precisamente en la oración, que también está hecha de silencio, donde debemos aprender a escuchar la voz de la conciencia, que no es un juicio arbitrario, sino la voz del Señor que resuena en el santuario interior de la mente y el corazón”, explicó.

Así, reivindicó el legado de todos aquellos “que han luchado por la dignidad humana, que han luchado contra las dictaduras, la tiranía y las injusticias, aunque no siempre compartieran la fe cristiana o una fe religiosa”.

“Lo hicieron en nombre de la conciencia, reconociendo en ella esa voz superior que señala el camino correcto”, agregó.

El prelado concluyó su homilía invitando a los diplomáticos a “entrar en silencio” en el “santuario interior de la conciencia”, especialmente durante la Cuaresma.

Tras agradecer las oraciones que cada día se elevan por la salud del Papa Francisco, encomendó sus condiciones físicas, afligidas por la neumonía bilateral, a la Virgen María.