La Solemnidad de San José es una oportunidad ideal para descubrir, a través de dos grandes místicos, el inmenso poder de su intercesión y los favores que Dios concede al rezarle.

Durante algunos siglos la poderosa intercesión de San José fue poco conocida. En el siglo XVI, Santa Teresa de Ávila, una gran devota, ayudó a difundir esta devoción con alegría.

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Un siglo después surgió otra gran mística española, la Venerable María de Ágreda, una monja franciscana, superiora de su convento, consejera del rey Felipe IV y gran evangelizadora. Es reconocida principalmente por sus visiones místicas de la Santísima Virgen y su obra monumental, Mística Ciudad de Dios, que relata la historia de la vida de María.

Los “siete privilegios” según María de Ágreda

En el tercer volumen de Mística Ciudad de Dios, María de Ágreda enumera siete formas en que la intercesión de San José es especialmente poderosa:

“Primero, para obtener la virtud de la pureza y vencer las inclinaciones sensuales de la carne”.

“Segundo, para recibir ayuda poderosa para escapar del pecado y volver a la amistad con Dios”.

“Tercero, para aumentar el amor y la devoción a la Santísima Virgen María”.

“Cuarto, para asegurar la gracia de una muerte feliz y la protección contra los demonios en esa hora”.

“Quinto, para infundir terror en los demonios con solo la mención de su nombre por parte de sus devotos”.

“Sexto, para obtener salud corporal y asistencia en todo tipo de dificultades”.

“Séptimo, para asegurar la descendencia en las familias”.

La mística continúa: “Estos y muchos otros favores Dios los concede a quienes buscan con recta disposición la intercesión del esposo de nuestra Reina, San José. Ruego a todos los fieles hijos de la Iglesia que le sean muy devotos, y experimentarán estos favores en la realidad, si se disponen debidamente para recibirlos y merecerlos”.

Más iluminación de María de Ágreda

En el capítulo siguiente, María de Ágreda relata la iluminación que recibió de Nuestra Señora. Escribe que María le explicó: “Hija mía, aunque has descrito a mi esposo, San José, como el más noble entre los príncipes y santos de la Jerusalén celestial, ni tú puedes manifestar adecuadamente su eminente santidad, ni ninguno de los mortales podrá conocerla plenamente antes de llegar a la visión de la Divinidad”.

Y continúa: “Toda la raza humana ha menospreciado mucho los privilegios y prerrogativas concedidos a mi bendito esposo, y no saben lo que su intercesión ante Dios es capaz de hacer. Te aseguro, querida mía, que él es una de las personas más favorecidas en la presencia divina y tiene un inmenso poder para contener los brazos de la justicia divina”.

También la exhorta de este modo: “En todas tus necesidades, debes valerte de su intercesión. Debes inducir a muchos a venerarlo y asegurarte de que los de tu comunidad religiosa se distingan en su devoción hacia él”.

“Aquello que mi esposo pide al Señor en el cielo es concedido en la tierra, y de su intercesión dependen muchos y extraordinarios favores para los hombres, si no se hacen indignos de recibirlos”, agregó.

Perspectivas de Santa Teresa de Ávila

La carmelita española Santa Teresa de Ávila tuvo percepciones similares sobre San José. En su autobiografía alaba y demuestra su poderosa intercesión en todo sentido.

Ella enfatiza: “Tomé por mi abogado y señor al glorioso San José, y me encomendé a él con fervor. Vi claramente que tanto en este problema como en otros de mayor importancia, relacionados con mi honor y la salvación de mi alma, este padre y señor mío me libró y me prestó mayores servicios de los que yo sabía pedirle”.

Y nuevamente exalta al padre putativo de Nuestro Señor: “No recuerdo haberle pedido jamás algo que no me haya concedido; y me quedo asombrada al considerar las grandes gracias que Dios me ha otorgado por medio de este bendito santo, los peligros de los que me ha librado, tanto del cuerpo como del alma”.

Añade: “Ojalá pudiera convencer a todos los hombres de que sean devotos de este glorioso santo; porque sé, por larga experiencia, qué bendiciones puede obtenernos de Dios. Nunca he conocido a nadie que le haya sido realmente devoto y le haya honrado con servicios especiales que no haya avanzado visiblemente en virtud”.

La mística de Ávila continúa: “Aquellos que se entregan a la oración deben tener siempre una devoción especial a San José; porque no sé cómo alguien puede pensar en la Reina de los Ángeles, durante el tiempo en que sufrió tanto con el Niño Jesús, sin dar gracias a San José por los servicios que entonces les prestó”.

Santa Teresa también enfatiza: “A otros santos parece que nuestro Señor les ha dado gracia para socorrer en alguna necesidad particular; pero a este glorioso santo, lo sé por experiencia, le ha concedido ayudar en todas. Y nuestro Señor quiere que entendamos que, así como en la tierra se sometió a él —pues San José, teniendo el título de padre y siendo su guardián, podía mandarle—, así ahora en el cielo concede todas sus peticiones”.

“Pero pido, por amor de Dios, que quien no me crea lo pruebe por sí mismo, y verá por experiencia el gran bien que resulta de encomendarse a este glorioso patriarca y ser devoto de él”, concluye la santa.

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.