Agustin Scavada, procedente de Argentina, y Jenderson Guerrera, de Colombia, son dos voluntarios del Jubileo en Roma. Cada uno con sus historias, y a pesar de proceder de lugares tan dispares, se han convertido en familia.
En conversación con ACI Prensa en los alrededores del Vaticano, el voluntario argentino, que permanecerá en la Ciudad Eterna tres semanas, remarcó el carácter excepcional del Jubileo, debido a que ocurre tan sólo cada 25 años. “Quería vivirlo desde el corazón, acompañando a otros a vivir este camino de esperanza y poder aportar mi granito de arena”, señaló.
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Una pequeña familia de voluntarios
“En el equipo de voluntarios me he encontrado con una especie de familia. Cada día conozco a gente que viene de diferentes lugares, cada uno con sus motivos, habilidades y formas de trabajar”, agregó.
Para Agustin, la “fuerza y esperanza” se palpan en el ambiente, especialmente en las personas que realizan el recorrido por Via della Conciliazione hasta la Basílica de San Pedro: “Puede verse la ilusión y emoción contenida cuando llegan al final del recorrido, que es frente a la tumba de San Pedro, y recitan el credo. Es lindo poder estar ahí para presenciarlo y llenarse también de toda esa energía”.
Aunque Jenderson Guerrera es colombiano, tiene un marcado acento italiano. Fue adoptado a los ocho años por una familia italiana y, desde entonces, ha vivido en Roma. Aunque nunca lo hubiera imaginado, forma parte de los 55 voluntarios fijos del Jubileo de la Esperanza, divididos a su vez en turnos de mañana o de tarde.
“Yo desde hace años estaba alejado de la fe. Estuve cerca, pero por ciertas cosas me alejé. Con esta llamada al voluntariado ya no estoy tan lejos como antes. Mi vida de fe es como el camino de Via della Conciliazione, día tras día estoy más cerca. Soy consciente de que yo podría no tener una familia, estar en Colombia, y este camino es como mi vida en pequeño, cuanto más me acerco a Pedro, más me toca el corazón”, relató.
También remarcó que, a pesar de que en ocasiones el trabajo se hace pesado, siempre intenta hacerlo con alegría: “Tengo que dar las mismas indicaciones cada día, pero intento mantener la ilusión”.
Al igual que Agustin, Jenderson acompaña a los peregrinos que recorren la gran avenida hasta San Pedro. La mayoría de las veces tiene que ir abriendo las vallas para que la gente pase, pero en cuanto ellos llegan, asegura que es como si el tiempo se detuviera. “Es como si solamente existiera ese grupo de peregrinos a pesar de los turistas, te olvidas de lo que hay en la calle”, agrega.
Por su parte, Agustin resalta que a pesar de que muchos turistas “no entienden lo que ocurre, saben que es algo importante. Hay mucho respeto. Cuando nosotros pasamos con la cruz, ellos se mueven para dar paso. Ayudan con el silencio, hay algo especial que se respira, y esa fe en el día a día es súper importante”.
Jenderson coincide con su compañero en que entre todos han formado “una pequeña familia” en la que la diferencia de edad no se siente y donde se ayudan unos a otros, ofreciendo consejos especialmente a los recién llegados.
Con su experiencia en Argentina, junto a los jóvenes salesianos, Agustin expresa su deseo de participar también en el Jubileo de los jóvenes a finales de julio. “La gente hace un esfuerzo increíble para venir de todas partes del mundo, y creo que en esa intimidad del encuentro está Jesús”, subrayó.
“En un tiempo donde hay desinformación, individualismo y la gente no confía tanto los unos en los otros, aquí se vive el mensaje del Papa Francisco de manera explícita: estamos todos en la misma barca, y es una forma de decir ‘aquí estoy, esta es mi fe, esta es mi bandera’”, afirmó Agustin.
Ambos afirman que la delicada salud del Papa Francisco fue una noticia demoledora, sobre todo al principio. Sin embargo, no pierden la confianza: “Hemos visto cómo la gente sigue peregrinando y sigue viniendo al rezo del Rosario cada día, incluso aunque llueva. Es una forma de decirle al Papa que estamos cerca en su enfermedad”.